Por menso me bajé siete cuadras antes de dónde debía. El reloj indicaba que ya eran las doce. No tuve más remedio que correr para no llegar muy tarde a la escuela de Renetukis. Toda esta confusión no impidió que viera a lo lejos una larga estela de humo negro.
Olvidé el gafete, lo bueno es que la guardia le tocaba a una mamá del salón de Renetukis y no tuve que dar explicaciones, pero de todas maneras me gané la mirada de desaprobación de esas que parecen que dicen “¡Ay señor!” o mejor “¡Papá pendejo!”
Salimos de la escuela y el humo no fue indiferente para Renetukis. Me pidió que mirara el cielo sorprendido y excitado preguntaba ¿qué eso papá? Humo, respondí, se está quemando algo.
-¿Podemos ir papá?
-A dónde.
-A ver lo que está pasando, tu siempre me dices que debo estar enterado.
Muchas cosas pasaron por mi mente. Recordé esa película de Cuenta Conmigo, donde un grupo de chicos pasan divertidas aventuras en la búsqueda de un cadáver en medio del bosque. Esa película está inspirada en la novela de Stephen King, El Cuerpo. ¿Cómo olvidarlo? Era una de las películas favoritas de mi hermana, y el texto el preferido de la arqueóloga Sara Rosiles en sus tempranos veintes.
Pero aquí en Juárez el hecho de ir a ver las desgracias ajenas se ha vuelto una verbena; se junta la gente, se ven los muertos, las quemazones, el drama y en ocasiones aprovechan los vendedores abundantes para ofrecer sus mercancías.
Pero el hecho de seguir la pista de un incendio hasta encontrarlo es toda una aventura en la mente de un niño de cinco años… pero… ¿no es estimular un morbo malsano?
Creo que es difícil tomar este tipo de decisiones, y lo es más todavía contarlas por escrito, pues uno se pone en evidencia, de pechito, para recibir muchas críticas. Pero siento que es más difícil aun compartir algo como si las cosas fueran sencillas, la vida simplemente no es simple.
Renetukis me dijo que debíamos ir pues tal vez necesitaban ayuda. Esto me motivo a sí aventurarme junto con mi hijo en esa travesía por trece cuadras de la ciudad para ver el origen de ese humo negro. Tomamos la calle Mérida hacia el norte. Seguimos el humo y tratamos de adivinar qué tan lejos estaba. La calle topa en la Avenida Insurgentes así que tuvimos que doblar un poco a la izquierda y seguir por la Calle Honduras. Al cruzar la Avenida 16 de Septiembre, vimos la cinta amarilla y patrullas.
Hasta aquí llegamos le dije a Renetukis, él insistía en seguir. Bueno, le dije, tu sigue caminando y no hables, cuando quieras entrar en algún lado actúa como si entendieras todo pero di nada. Con esa actitud cruzamos la cinta amarilla para descubrir que no era ahí el origen del humo negro, La cinta estaba por seguridad de Agentes de la Policía Federal que esperaban a que el mecánico de un taller arreglara algunas de sus unidades.
Seguimos caminando hacia el norte hasta que llegamos al lugar donde la Calle Honduras se cruza con la Ignacio Mejía. Vimos otro listón amarillo, pero esta vez estaba acompañado del olor a madera y brea quemada, además pudimos ver las lenguas de fuego que se elevaban por los techos de las casas.
¿Qué podíamos hacer? Llegamos hasta ahí. Vámonos, dije a Renetukis, pero él respondió, no papá, espera. ¿A qué? No lo sé, pero esperé a su lado. Vimos que el humo negro empezaba tornarse gris y luego blanco. Le expliqué a Renetukis que eso era vapor de agua y que significaba que de alguna manera se estaba apagando el fuego. Pero de pronto las llamas volvieron a elevarse y el humo se hizo negro nuevamente.
¿Qué pasaba?
Un policía, con su fusil G 36 al pecho impedía el paso de la gente. Quitó brevemente la cinta amarilla que le ayudaba a su labor y dejó salir del área restringida a uno de los camiones de bomberos. Debo decir a una de las carcachas de bomberos…
En medio de la calle un bombero se hincaba y se quitaba la máscara antigases, mientras otro le cambiaba el tanque de aire. La imagen estaba acompañada de la ceniza que caía como una ligera nieve negra. Me hinqué yo también y le dije a Renetukis, ¿ves a ese señor? es un bombero, y arriesga su vida para salvar a otras personas y sus propiedades, es un trabajo difícil, él es un verdadero héroe.
El policía con su fusil al pecho me escuchó y con tono de justificación nos dijo que ya tenían controlado el fuego, pero se les terminó el agua, que además lo preocupante es que a espaldas del incendio había un negocio de solventes y pinturas.
No lo podía creer, la estación de bomberos está a 11 cuadras del lugar, una distancia menor a la que caminamos Renetukis y yo, aun así, el agua que traían para apagar el incendio era insuficiente.
Los bomberos esperaban a que llegara el refuerzo y no tardó en llegar otro camión de bomberos que en la puerta traía la leyenda “Juárez, Administración Municipal 1989-1992”.
Entonces sí sentí que se rompía el alma y tuve que contener lágrimas de impotencia. ¿Con qué equipo le pedimos a los bomberos que cuiden nuestras vidas y la ciudad? Y todavía ahí andan recolectando y repartiendo juguetes.
El policía, no entiendo porque al atender un llamado de protección civil anda armado con el fusil al pecho, será que no lo deja en la patrulla para que no se la vayan a robar. De nuevo en tono de justificación nos dijo “y eso que la mayoría del equipo que usan los bomberos son por donaciones del extranjero”.
Vi a los bomberos, muy serenos, casi inexpresivos, metidos literalmente en el infierno, con equipo de muy dudosa calidad, pero eso sí, estrenando la nueva estación que según tuvo un costo de casi 40 millones de pesos, lo que nos ha costado la X de Sebastián. Pero los tienen ¡SIN EQUIPO! Los tenemos.
Por suerte la casa que se quemó estaba sola, algunas viviendas aledañas se dañaron, veía llorar a algunas personas y vi pasar a otra con su ropa en los brazos, lo que alcanzó a sacar. Me da vergüenza tomar fotos de cosas así, por eso no lo hice, pero al pensarlo metí la mano en la bolsa izquierda de la chamarra sólo para asegurarme que el celular seguía ahí. No, no estaba, busqué en otros bolsillos sin resultado alguno. Le dije a Renetukis que había perdido el celular.
Buscamos por el suelo caminando por donde habíamos estado parados. Recordé el último mensaje que le había enviado a Esbeltamorenapiernaslargas. Pensé en muchas formas de localizarlo rápidamente pero todas incluían mi celular perdido así que las descarté de inmediato. El aparato es un Samsung, odioso que se apaga, prende y hace lo que se le antoja sin consultarme, me ha metido ya en varios problemas, así que no sería difícil resignarme a su pérdida. Pero no pude evitar sentir ese pequeño coraje hacia quién se lo encuentre y no lo regrese.
Con la gente que lloraba la pérdida de su patrimonio, lamentar mi celular me parecía ofensivo.
Le dije a Renetukis, vámonos, debo pasar a Telcel para reportar que perdí el celular y conseguir otro. Renetukis puso cara de fastidio mientras decía en tono de berrinche, no papá ya estoy cansado, no quiero ir… además, aquí tengo tu teléfono… no te enojes, fue una broma.
Reímos juntos, estábamos frente a la desgracia de quienes perdieron su patrimonio, el sacrificio de los bomberos y la injusticia del presupuesto asignado a salvar vidas. Nosotros reímos.
No sé si fue buena idea llevar a Renetukis a ver un incendio. Ahora que lo pienso con sus antecedentes de haber quemado una cama tal vez fue una mala idea. Pero lo cierto es que de no haberle hecho caso, no hubiera visto y sentido la gran injusticia que hacemos con el dinero municipal, dando herramientas antiguas (de más de 20 años) a quienes cuidan de nuestra vida y propiedades.
¿Cuál es la cobertura de una estación de bomberos? ¿Tenemos las suficientes? ¿Tienen el equipo mínimamente necesario? Cuidan de nosotros y los tenemos en el olvido. Para la autoridad es más importante gastar dinero en cosas que les haga quedar bien en una inauguración, pero inversiones cómo las de los bomberos, siempre pueden esperar.
JuárezDialoga ha invitado a Hernán Ortiz III para colaborar por su trayectoria académica y participación en la Sociedad Civil Organizada. Hernán es profesor en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). También, colaboró en la Organización Popular Independiente (OPI) y en el Consejo Ciudadano por el Desarrollo Social (CCDS). Actualmente dirige la organización civil Ciudadanos por una Mejor Administración Pública (CIMAP) conformada por un grupo de ciudadanos que trabajan por tener una mejor ciudad al proponer a las autoridades, mecanismos para mejorar la administración pública.