La violencia sexual resulta especialmente repulsiva en tanto que no encuentra justificativo alguno más que en la satisfacción de un instinto lascivo, por lo tanto en el agresor sexual más que un simple criminal, genera la imagen de un ser torvo desprovisto de moral, civilidad y decencia, dominado por sus instintos; por otra parte el ataque sexual requiere del ocultamiento y uso de condiciones que ponen al agresor en abuso de su ventaja física sobre otra persona vulnerable, entendiendo además que es esencialmente un delito de género. Por eso, la ira que culmina en asesinato, la codicia que genera el robo, el engaño que media en el fraude aun y cuando puedan tener penas mayores no genera el estigma social y el desprecio de la agresión sexual. Y sin embargo el delito sexual sigue siendo uno de los más comunes y cuantiosos en nuestra ciudad.
En el artículo del 24 de mayo al que hace alusión el presente, cierto es que no se atacó a la maestra, cierto es que no se justificó la violación, no directamente, sí por omisión, o ¿cómo se justifica dolerse del castigo que merecerán los agresores? Es como después de un atropellamiento fatal lamentarse por las abolladuras del auto –ejemplo odioso pero ilustrativo–. También es cierto que enarbola el esfuerzo académico de los agresores invisivilizando el de la víctima –que no es óbice para que sea más o menos grave- y no podríamos pasar por alto la elección de términos que minimizan, generan ambigüedad y exculpan a los agresores, “inocente perreo” “tragedia inesperada” “perderemos a cuatro académicos de excelencia” en términos objetivos fue una violación tumultuaria de una mujer inconsciente y la universidad perdió a cuatro agresores sexuales que convivían con los y las estudiantes; tampoco es válido achacar al alcohol los actos, el alcohol no puede sacar de ti lo que no traes dentro. Los medios de comunicación no pueden valorarse como una opinión personal, ni siquiera individual y autónoma, existe en ellos una responsabilidad social objetiva, porque está en ellos la exposición y jerarquización de la información, elemento fundamental de una sociedad.
Y sigue la universidad, con un largo historial de tibieza en sus determinaciones, esperarán ciegamente a que el Tribunal resuelva y se supeditarán mansamente al veredicto judicial, porque claro, es lo más responsable, por no decir sencillo para la institución. Se van a supeditar a la verdad jurídica, esa verdad jurídica que se cae con pifias y descuidos, la verdad jurídica de una ciudad infesta de impunidad, una ciudad donde se denuncia un ocho por ciento de los delitos cometidos (Inegi 2017) y de ese ocho por ciento denunciado sólo uno de cada 100 termina en sentencia. Y luego de eso muy seguramente le darán vuelta a la página, es decir, no buscarán lo que no quieren encontrar.
Otra arista de este poliedro son algunas personas que asumieron el tema, quienes hicieron manifestaciones en redes y medios, los y las buenas de esta película. La violencia de género deriva principalmente de la ignorancia y de patrones culturales nocivos ¿quién no viene de una familia patriarcal? Esto no se va a combatir o cambiar diciéndole a quien hace tales opiniones “puerco machista” “periódico que no sirve ni para limpiarse el trasero” o haciendo boicots, eso ya sabemos que no funciona, sólo hay que ver el estacionamiento de Las Misiones, no cabe un alfiler, lo que quiero decir es ¿qué esperan obtener con esas etiquetas? ¿Creen que esa persona que emitió una opinión misógina va a desaparecer? ¿O que caerán por el borde del mundo? Y no es que no estén justificadas, pero quienes por ignorancia o indolencia han emitido opiniones que replican violencia de género y son tundidas con etiquetas e insultos quedan por siempre enemigas del tema, radicalizadas, y no, no propongo que se les celebre y apapache –es lo que están pensando- propongo que si de verdad queremos avanzar en el tema y eliminar la violencia de género, a quien opina por ignorancia se le reeduque y concientice, pero al que agrede se le castigue. La misma Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia establece que debe haber una reeducación del agresor libre de estereotipos, en dicha ley participaron grandes teóricas del tema y la misma se encuentra armonizada con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer, CONVENCIÓN DE BELEM DO PARA.
Esta forma inquisitoria de combatir la violencia de género ha provocado un doble discurso, gente que se cuida en extremo de no ir a cometer un desliz por temor a ser exhibidos y andan hasta de forma innecesaria exagerando con “los y las, todos y todas” pero en corto, en la clandestinidad repudian el tema porque se sienten observados y fiscalizados, no tienen conciencia de lo importante que es, sino que temen la condena.
Esto opino yo sin ánimo de congraciarme con nadie, como dijo un buen amigo “hay que escribir a conciencia, más cuando el que responde es el nombre de quien firma”.
Nota: Este artículo se publicó primero en el Diario.mx y aquí se reproduce con autorización del autor.
Santiago González Reyes es abogado defensor de derechos humanos. Actualmente es docente en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.