Por: Michell Vázquez
Tenemos que hablar de política. No de partidos políticos ni mucho menos de los zánganos que luchan por alguna migaja de poder. Ellos ya no dan ni para comentar. Todos iguales, todos vacíos, todos caducos. Sin embargo, tenemos que hablar de política.
Me decido a dividir el artículo en varias entregas para poder exponer el tema lo más digerible y completo, con el fin de tocar cuestiones de fondo, es decir, llegarle a lo sabroso, lo que está en juego en la política que no es sólo nuestro dinero y posiciones de poder.
Me basaré en el libro que se llama “Política para Amador”, del escritor y filósofo español, Fernando Savater. El libro se supone que está escrito para su hijo, Amador, que es un chaval y que sabe poco de política. Como muchos de nosotros. Y lo que busco es compartir lo que dice. Sospecho que la gran mayoría no entiende bien el concepto y se va con la finta de que es un tema aburrido además de inútil.
Pero primero lo primero, ¿por qué hablar de política? Porque nuestra sociedad está jodida. Tiene males de todo tipo y en todos lados. Y mire que la política es el ponerse de acuerdo y convencer al otro de que algo es lo mejor. A veces se usan para encontrar soluciones, otras para crear más problemas.
Justamente por eso muchos simplemente dan un paso al lado y dicen “que hagan lo que quieran, yo no participo”, que es lo que los antiguos griegos le llamaron “idiotés”, una palabra que significaba persona aislada, sin nada que ofrecer a los demás, obsesionada por las pequeñeces de la casa y manipulada a fin de cuentas por todos.
Y es que el humano no es un ser aislado. Estamos acompañados por el humano por todos lados. El agua que sale al abrir la llave, la tinta de la pluma, la pantalla donde lee estas palabras. Todo es parte de una sociedad donde hay leyes y obligaciones al igual que el mar o la selva. Es decir, la sociedad es la naturaleza del humano.
El primer problema es que la sociedad nos sirve, pero también tenemos que servirle. Cada quien tiene que soltar prenda para que funcione correctamente. Uno que es rebelde dice, “¡Mah!, ¿pos por qué?”. Que es un punto importante que muchas veces no se entiende, porque esas leyes e imposiciones de la sociedad son convenciones, es decir, inventadas por el hombre para el hombre, lo que da la posibilidad de que sean modificadas o abolidas. Esas convenciones pueden ser superficiales como usar calcetín negro con zapatos hasta decisiones de peso como la pena de muerte.
Estas convenciones varían, el humano suele equivocarse pero siempre busca ser humano gracias a su capacidad racional que es lo que nos diferencian de los animales. ¿Y qué es la razón? Es la capacidad de establecer convenciones, o sea, leyes que no nos vengan impuestas por la biología sino que aceptemos voluntariamente. Mientras el animal sólo busca sobrevivir, nosotros buscamos vivir más y mejor.
Otro de los rasgos distintivos entre el animal y el humano es que nosotros sabemos que vamos a morir. Así que no sólo tratamos de prolongar la vida sino que nos rebelamos contra la muerte, por eso los homenajes, estatuas, libros, mitos y demás elementos simbólicos para mantener la vida. Y claro, la religión promete una segunda vida e inmortalidad, pero aquí lo que interesa son los remedios sociales o civiles.
Y es en esta “maquinaria de inmortalidad” en la que vivimos, en la que nos desenvolvemos, buscando lo sobrenatural. Siempre inquietos, buscando escalar tal montaña, ver lo qué hay al otro lado, inventar historias, o soñar con ser el rey o ser el más galán.
Una vez que nos damos cuenta de que somos los que estamos ya nos podemos preguntarnos por las mejores formas de organizarnos. (Continuará…)
Gracias por leerme,
opiniones, críticas, sugerencias, comentarios en general:
michvasa@hotmail.com
JuárezDialoga ha invitado a Michell Vázquez por su compromiso con quienes viven en Ciudad Juárez. Es estudiante de Literatura de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, y trabaja como profesor de secundaria. Escribe cuento, y también realiza un videoblog en you tube titulado Wachate Fany!, dedicado a fomentar la lectura. Fue columnista del periódico Norte por 4 años. Quiere y cuida a su perro Milo.