El estado de sitio es, en sí mismo, una institución militar. Las modalidades de crimen que éste implica no hace distinciones entre enemigo interno y externo. Poblaciones enteras son el blanco del soberano. Los pueblos y ciudades sitiados se ven cercados y amputados del mundo. Se otorga a los comandantes militares locales libertad de matar a quien les parezca y donde les parezca. Los desplazamientos entre distintas células territoriales requieren permisos oficiales. Las instituciones civiles locales son sistemáticamente destruidas. La población sitiada se ve privada de sus fuentes de ingresos. A las ejecuciones a cielo abierto se añaden las matanzas invisibles.
Achille Mbembe “Necropolítica”
El 19 de junio el mundo despertaba ante la noticia de una nueva represión ejercida por parte del Estado mexicano en contra de maestros y personas de la comunidad de Asunción Nochixtlán, localmente conocida como Nuanduco, localizada dentro de la región Mixteca del estado de Oaxaca. Para muchos lo anterior no fue sorpresa pues las víctimas civiles de represión en México han sido en gran parte aquellas que participan en movilizaciones sociales, además de la población sistemáticamente marginada, ya sea por pobreza u orígenes raciales, o por identidades de genero e ideologías políticas de izquierda. Ante esto el gobierno mexicano ha aprendido que la represión tiene que ser táctica ante la opinión pública, primero porque los movimientos o personas reprimidas al ver afectada su fuerza política son impulsados a la radicalidad en cuanto a acciones colectivas, y segundo porque la represión de Estado se tiene que mantener al margen de la constitución política del país.
En México la lucha colectiva de movimientos disidentes busca desde mejoras a salarios y condiciones de trabajo, hasta defender la vida tras los atropellos de la inversión privada. Actualmente en Oaxaca la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) sección 22 se moviliza en contra de la ‘Reforma Educativa’ impulsada por el gobierno de Enrique Peña Nieto a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Así mismo a lo largo del territorio nacional también hay movimientos plurales de simpatizantes y docencia en general que se han manifestado en apoyo a la CNTE y en contra de la reforma. Los colectivos denuncian que la reforma es realmente una estructuración laboral impulsada con violencia sistemática e institucional, y que además busca aplicar una pedagogía homogénea que por ejemplo no toma en cuenta a otros idiomas aparte del español. Más allá de las dinámicas de la reforma y de las movilizaciones magisteriales lo que quiero discutir es la aplicación de la necro-represión sobre la población mexicana y en este caso sobre los habitantes de Nochixtlán, misma que tiene una característica muy particular: Su invisibilidad.
La necro-política, concepto creado por Achille Mbembe, es una combinación de política de vida y de muerte, y es la practica idónea para dejar avanzar a unos y pararles el paso a otros, aunque sea necesario quitarles la vida. La necro-política va de la mano con el acto de reprimir en el momento que cada policía tiene a su disposición las vidas de los ciudadanos. La violencia que aplicó el Estado mexicano en contra de civiles en Nochixtlán es entonces el manifiesto de la necro-represión. Este tipo de represión logra pasar de ser un atropello público a la vista de todos a un tipo de violencia parcialmente invisible. Mientras nos enteramos por medio de redes sociales acerca de lo que ocurre, hay aspectos dentro de la misma violencia policiaca que forzosamente quedan fuera de la vista de todas las personas ajenas a la situación que se está viviendo en determinado lugar. Es así como el espectáculo violento se vuelve superficial y la realidad completa del conflicto es ignorada por nuestro conocimiento inmediato.
Imágenes y videos en redes sociales de lo ocurrido en Nochixtlán evidenciaron a policías de antidisturbios (granaderos) usando armas de alto calibre para disparar y asesinar a la población desarmada. Habitantes de las comunidades aledañas habían acudido al llamado de los profesores tras la inminente represión, solidarizándose con bloqueos intermitentes de carreteras con la intención de hacer retroceder al brazo represivo del Estado mexicano. Ante esto la necro-represión le apuesta a la invisibilidad de la violencia policiaca con la ayuda de cercos mediáticos en las regiones afectadas, tanto Mixteca como del Istmo. Para lograr lo anterior los grandes aliados del gobierno mexicano continúan siendo los medios masivos de comunicación corporativa como Televisa, basta recordar el “hoy fue un día soleado” de Jacobo Zabludovsky tras la masacre de Tlatelolco. De no ser superada las consecuencias de la invisibilidad necro-represiva suelen ser graves. Las víctimas son vigiladas, aprehendidas, criminalizadas, enjuiciadas, maltratadas, violadas, torturadas, asesinadas, etc.
Hay que también decir que la violencia de la necro-represión en México es ya un fin en sí mismo que se sostiene con la política de militarización a escala global. Mundialmente la estrategia necro-represiva es impulsada por los Estados para hacer que nuestros cuerpos desaparezcan del mapa en caso de conflictos internos y externos, y en el proceso las líneas soberanas son sobrepasadas. Pero lo invisible se tiene que tornar visible en algún momento, y es ahí en donde surgen los discursos reaccionarios que justifican la violencia oficial con todo el peso de la estructura de Estado, legitimando jurídica y legislativamente la ejecución necro-represiva. El gobierno mexicano, por ejemplo, suele buscar maneras para justificar la necro-represión, y necro-militarización, con señalamientos de vandalismo y crimen organizado, impulsando supuestas verdades y juicios históricos.
Finalmente, es necesario irnos a las raíces de la necro-represión en México a partir de su historia colonial, pues las colonias nos enseñaron que puede existir un gobierno sin ley. De acuerdo con Mbembe el exterminio de los pueblos primero fue aplicado por los colonizadores que entonces normalizaban la violencia al imponerla sobre los esclavos, recordándoles que no tenían derecho a sus vidas y mucho menos a la vida en sociedad. En la actualidad el imperialismo se convierte en un reflejo colonial que nos impulsa a aceptar la normalización de un régimen de excepción que priva de derechos fundamentales a la población mexicana, y que es impulsado por un gobierno que además de ser neo-liberal es necro-represivo, necro-clasista, necro-feminicida, necro-racista, y un largo necro-repertorio más.
Este artículo es dedicado a las 11 personas asesinadas y hasta ahora identificadas tras los actos represivos a manos del Estado mexicano en Nochixtlán, Oaxaca, durante el 19 de junio del 2016:
Andrés Aguilar Sanabria, Oscar Ramírez Aguilar, Jesús Cadena Sánchez, Anselmo Cruz Aquino, Omar González Santiago, Cesar Hernández Santiago, Yalíd Jiménez Santiago, Oscar Nicolás Santiago, Antonio Pérez García, Silverio Sosa Chávez, y Jovan Azarel Galán Mendoza.
Giovanni Acosta es residente de El Paso, Texas, y originario de Cancún, Quintana Roo, México. Tiene licenciatura en psicología y una maestría en sociología, ambas por la Universidad de Texas en El Paso, lugar en donde también ha impartido lecturas de antropología y sociología. Acosta es también activista y conferencista fronterizo, y ha participado en varios colectivos locales, incluyendo el #Yosoy132 Juárez, Iniciativa Feminista, y Ayotzinapa Sin Fronteras. Sus principales demandas de justicia tienen una política con orientación anti-capitalista, socialista, y feminista.