Hoy se conmemora un año más de la masacre de Villas de Salvárcar en la que fueron asesinadas 16 personas por un comando armado, cuyas motivaciones todavía no quedan del todo claras; otras más quedaron heridas de gravedad. Ese no fue la primero ni el último asesinato masivo en el contexto de los últimos cuatro años de violencia en la región Juárez/El Paso; en 2009, por ejemplo, fueron abatidos internos en dos centros de rehabilitación para usuarios de drogas, y posteriormente se registró la masacre en Horizontes del Sur. Dichos acontecimientos son solamente botones de muestra de la situación que mantiene sojuzgada a la sociedad mexicana.
Sin embargo, lo de Villas de Salvárcar es un hecho significativo porque en medio del dolor surgió la voz de las familias para contrarrestar la tentativa de asesinato cívico por parte del Estado mexicano al propalar la versión de que se trataba de un grupo de pandilleros víctimas de una banda rival. La respuesta, cuya más elocuente articulación fueron las palabras de Luz María Dávila al declarar persona non grata a Felipe Calderón en Juárez, tiene otros significados; desenmascaró la supuesta guerra contra las drogas y creó un importante antecedente para la vida de la ciudad; además inspiró tres de las más significativas movilizaciones y acciones de resistencia de la cuales se tenga memoria en los últimos años: la Marcha del Coraje, el Dolor y el Desagravio en Febrero del 2010, y el Ayuno y Día de Acción Binacional en Enero del 2011.
El momento deberá recordarse siempre porque la sociedad no puede permitirse olvidar a las víctimas de lo que unánimemente se considera ya como una guerra absurda, pero también porque marca un antes y un después en relación a la posibilidad de refundar Juárez como una ciudad libre de violencia. Es decir, tampoco podemos permitirnos olvidar el surgimiento de voces opuestas a la barbarie y la presencia de cuerpos y corazones solidarios que han sabido estar al lado de los sufrientes. En esa perspectiva, la memoria colectiva tendrá que ser representada en un nuevo calendario cívico que conmemore la resistencia de una ciudad.
Entre diciembre y enero de cada año será necesario recordar la lucha de Marisela Escobedo; la placa en la acera de Palacio de Gobierno de la capital del estado es un recordatorio permanente de la falta de justicia, pero también de una lucha que en su momento tuvo eco en un grupo de activistas juarenses que se cubrieron el rostro con burkas y pañoletas, dramatizando de esa manera la vulnerabilidad de las y los derechohumanistas en este contexto de guerra. Será también un reconocimiento a las madres que buscan a sus hijas desaparecidas y a las que exigen justicia para las que han sido asesinadas. Al inicio de cada año tendremos que recordar también a Susana Chávez debido a su muerte atroz, pero también por la respuesta de un sector de los artistas juarenses que se interpusieron entre los filos de tinta del gobierno del Estado y su cuerpo ya inerte y mutilado, y sobre todo porque en vida ella misma alzó su voz para denunciar la violencia contra las mujeres: Ni una más. La primavera no podrá pasar de largo sin que conmemoremos la tragedia y el valor de la familia Reyes. Las generaciones futuras deberán saber que el corredor industrial que se anuncia ya en el Valle de Juárez tiene los cimientos manchados de sangre. En el verano deberá ser honrado el valor cívico del doctor Guillermo Ortiz Collazo y la lucha de los médicos juarenses que han salido a la calle: unos para demandar seguridad, otros para pedir justicia, y otros más para unirse a la exigencia de desmilitarización de la ciudad. Tampoco podrá olividarse que fue en junio cuando llegó la caravana del consuelo y que el día 9 al anochecer Luz María Dávila recibió con un abrazo a Javier Sicilia. Ese momento fue un crisol en el pudieron atisbarse los múltiples matices de la resistencia juarense: el dolor, los rostros de las víctimas, pero también la esperanza y el ánimo colectivo de empujar la vida hacia otros horizontes.
Lamentablemente no hemos llegado al final del túnel; la jornada todavía será larga. El poema de Constantino Cavafis leído por Sicilia en el Monumento a Juárez lo dice todo: conserva siempre en tu alma la idea de Ithaca. Por eso mismo es importante no olvidar que en febrero de 2010 una mujer se sobrepuso al dolor personal por el asesinato de sus hijos Marcos y José Luis y tuvo el valor de desafiar a cíclopes y lestrigones.
JuárezDialoga ha invitado a Willivaldo Delgadillo a colaborar por su amplia trayectoria como activista social en la región fronteriza de Ciudad Juárez. Escribió y publicó la novela La virgen del barrio árabe; y es integrante del Movimiento Pacto por la Cultura. También, Willivaldo es profesor de la Universidad de El Paso, Texas.