Por: Santiago González Reyes
En Ciudad Juárez el delito de privación de la vida se comete un 800 por ciento más contra los hombres que en contra de las mujeres. Entre hombres de 15 a 24 años de edad, el homicidio es la segunda causa de muerte por un estrecho margen detrás de los accidentes de tráfico. Incluso la muerte de menores de un año es un 32 por ciento superior en niños que en niñas. Esto da como resultado que aun cuando en nuestra ciudad nacen más hombres, la población de mujeres sea superior (cifras obtenidas del INEGI).
Los números no mienten, ni obedecen a intereses o exageraciones, los hombres son muertos con mayor frecuencia que las mujeres, y con base en ello hay voces que señalan que la figura penal autónoma de feminicidio es un trato desigual para los hombres, que no cuentan en contra parte con la figura del “hombricidio”.
Pero los números también pueden engañar si son mal leídos o expuestos de una forma descontextualizada. Si a estas cifras agregamos que el 95 por ciento de los asesinatos son cometidos por hombres, es decir, que los hombres matan a los hombres y a las mujeres, y por eso la población penitenciaria varonil supera por mucho a la femenil; entenderíamos que hay un problema en la forma que creemos debemos ser los hombres, y que esta forma de ser hombres genera muerte, es decir el machismo.
Creer que el feminicidio tiene como único elemento distintivo el hecho de que la víctima sea una mujer, y que, al cambiar esta circunstancia, es decir, al ser la víctima un hombre debería, por lógica, ser un “hombricidio”, es no tener idea de la construcción y el significado del concepto feminicidio, el devenir histórico de la lucha por los derechos de las mujeres y lo que esto les ha costado. Es una visión simplista y una muestra más de la oposición reaccionaria de quienes no buscan equidad sino caricaturizar llevando al extremo el argumento. Entre quienes proponen el hombricidio y otro tipo de argumentos con aparente racionalidad, no vas a encontrar a activistas por los derechos de los hombres, sino quienes niegan el avance en los derechos de las mujeres.
El feminicidio es el extremo en una cultura de violencia a lo femenino, una cultura que castiga con la muerte a la mujer que sale de los estereotipos fijados, a la mujer que no estaba en su casa, a la mujer que no se vestía apropiadamente, a la mujer que se divierte, a la mujer infiel (cuando para los hombres la infidelidad es como un deporte), a la mujer que pretendía irse teniendo un dueño.
El punto no es si debe o no haber hombricidio, pues tal argumento carece de seriedad y fundamentos teóricos. El verdadero tema es que cada vez con más frecuencia, cada vez con mayor eco se están criticando los movimientos de denuncia y por los derechos de las mujeres. Sin pudor ante la brutal evidencia, niegan la existencia de la violencia por razones de género.
Hace días se publicó en el periódico francés “Le Monde” un articulo suscrito por un centenar de mujeres, muy debatido y compartido por actores en esta ciudad, el cual criticaba el movimiento de denuncia al acoso sexual #meToo. El artículo que nos deja a los hombres como seres afectados del síndrome de asperger, incapaces de distinguir el coqueteo del acoso, pide la tolerancia al “coqueteo torpe e insistente”, lo cual resulta irónico a la luz de los datos.
México es el segundo país del mundo en crímenes de odio por homofobia y Chihuahua el quinto del país, según el informe de la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia. Por otra parte, los investigadores Brito y Parrini (2012), señalan que estos crímenes se cometen en muchos casos por una ofensa a la masculinidad del agresor, es decir, por un coqueteo o una insinuación. En los medios empleados en esta intolerancia al coqueteo se encuentran en orden de primero a tercer lugar; el apuñalamiento, golpes y estrangulamiento. Esta intolerancia al coqueteo que por otra parte piden de las mujeres a través de otras mujeres, deriva en asesinatos particularmente sangrientos, que requieren de la acción directa y constante, que sólo puede ser sostenida por un odio desproporcionado.
Los hombres contamos con una agenda llena de temas pendientes sobre los que tenemos que redefinirnos y cuestionarnos. Temas que nos afectan en nuestra identidad de género como hombres, sobre las formas en las que definimos nuestra masculinidad y que nos lleva a la muerte o a la cárcel, por ejemplo. Pero sin duda, un tema que no nos corresponde cuestionar son los derechos y las luchas de las mujeres.
Nota: Este artículo se publicó primero en el Diario.mx y se reproduce con autorización del autor.
Santiago González Reyes es abogado defensor de derechos humanos. Actualmente es docente en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.