Casi la última noche del año. Los días con mis hijos son de risas, regaños, conflictos por tonterías y muchos mimos. Por lo general al final decidimos ver una película antes de irnos a la cama.
Sólo estábamos mi hijo de 11 y yo. Elegir una película es toda una aventura. Algo que nos pueda gustar a los dos, algo que quiera compartirle, algo que descubramos juntos, hay que decidir bien. Su edad tampoco es fácil, lee mucho y no se asusta más que con el romance, pero disfruta tanto una película que cuando se emociona no puede mantenerse en su asiento y se levanta a saltar y a reírse nerviosamente.
Nunca he sido bueno con eso de controlar qué ven o no los hijos. Tal vez por eso decidí que viéramos la película “Seven” donde actúan Brad Pitt y Morgan Freeman, dirgida por David Fincher. La historia es la de un policía apunto de jubilarse que mientras le deja su puesto a un jóven detective, juntos van tras la pista de un asesino cuyos crímenes son una alegoría a los siete pecados capitales.
Cuando vi “Seven” por primera vez fue justo un día después de haber visto “Sospechosos Comunes” fue maravilloso que el mismo fin de semana viera lo que podrían ser las dos mejore actuaciones de Kevin Spacey como villano. En la primera como el metódico psicópata John Doe y en la otra como el jefe turco de la mafia Keyser Söze. Si al leer esto no has visto la película, acabo de estropearte el final.
El caso es que mi hijo y yo empezamos a ver la película de “Seven”. Casi al principio, los protagonistas entran a una casa obscura alumbrados por la linternas y se topan con la imagen de un hombre sentado frente a una mesa con su cara metida en un plato de espagueti. Su cuerpo es extremadamente obeso, su piel de tan pálida deja ver las venas amoratadas. Alambre de púas amarran sus pies y manos.
La primera vez que vi esa escena me impacto de sobremanera, un terror me capturo de tal forma que las peores muertes que se describen pero no se ven me las podía imaginar casi como si las hubiera presenciado. Es una de esas películas que cuando terminan te alegras de que sólo sea una ficción.
Mi hijo parecía estar disfrutando el viaje de terror. Cómo el dice, ¿de qué sirve una película de miedo si no te asustas? Yo, por mi parte, ya no me impresioné tanto como la primera vez y tal vez fue la compañía de ese vaso grande de tequila, jengibre, hierbabuena, limón y agua mineral lo que me relajó. Pero a pesar de que estaba disfrutando el filme, termine dormido en mi asiento… justo como lo hacía mi papá.
¿Será que después de ver tanto el terror te acostumbras y ya no causa el mismo efecto?
Bueno, es sólo una película, pero pareciera ser que en Juárez la cosa no es muy diferente. Este es cómo el año en que perdimos la humanidad.
Recuerdo que el 1 de febrero del 2010, me enteré de la masacre de Villas de Salvracar, donde asesinaron a 15 jóvenes en una fiesta. En ese entonces tenía apretar la garganta para contener el llanto que estaba a punto de explotar, me costaba trabajo concentrarme en algo y fue cuando pensé que ya habíamos llegado al fondo de la violencia en la ciudad. El hecho fue tan impactante que la justificación gubernamental del “se están matando entre ellos” ya no fue suficiente y tuvo que venir el presidente Calderón a tomar acciones al respecto, el resto es una historia que no retomaré en este momento.
Este año, 2013, el 22 de septiembre conocí la noticia de que en el poblado de Loma Blanca, también municipio de Juárez, habían matado a 10 personas que convivían después de haber ganado un juego de baseball. Pero ya no me sentí igual.
¿Qué pasó? ¿Eran 5 menos? ¿Ya me acostumbre? La cosa no habrá sido muy diferente con el resto de la población, no hubo visita presidencial, ni programas especiales, creo que tampoco les construirán un campo de baseball… ¿Será que ya no nos duele igual? Lo que me da miedo de esto es ¿y si lo empezamos a tolerar?
Este año, fue también el último de la segunda administración de Héctor Murguía, o como dice en la placa del MUREF, “Murgia”. Cosa poco común es que terminó uno de su tantos proyectos, que fue la de la X de Sebastián y pareciera que para olvidar el resto de pendientes, se desbordó una gran cantidad de recursos para darle vida… ¿bueno o malo? Ya ni sé. Pero así fue. Hasta Juan Gabrile vino a la inauguración como asiste ahora a todas partes donde lo invite Cesar Duarte, Gobernador de Chihuahua. Gran diferencia a aquella ocasión en Junio del 2005 en que se bajó del avión para ¿cantar en un palenque? Creo, y lo arrestaron por evasión de impuestos. También era alcalde Héctor Murguía, y se supone que con otra gente pagaron la fianza del divo para que pudiera cantar ya fuera del horario permitido.
Esa X, creo que fue lo único que se terminó durante la administración de Murguía. Asuntos inconclusos, bueno tenemos el proyecto del Centro Histórico, que a pesar de que no cuenta con un plan oficial ya ha sufrido modificaciones mayores. Incluso entre el 2010 y el 2012 el gobierno municipal adquirió predios por valor de $ 22,748,782.00. Información que el municipio dejo de tener en reserva hace unos días, gracias a un recurso de revisión que se presentó al ICHITAIP y que tardó un año en resolverse.
Recuerdo, que en el 2006, cuando se aprobó el desarrollo urbano de San Jerónimo, al extremo oeste del municipio, hubo quienes cuestionamos el canalizar recursos a esa zona y promovimos un referéndum a la decisión. Claro que no nos hicieron caso a pesar de la solicitud firmada por 45 mil personas plenamente identificadas.
Hoy, los planes de San Jerónimo no se han cumplido, entonces no ha absorbido tantos recursos como se pensaba, sólo la construcción de una carretera enorme que la conecta con la mancha urbana que termina en Anapra. Si en lugar de esa carretera se hubiera canalizado ese recurso para avanzar en el rezago que se tiene en pavimentación, no hubiera sido necesario endeudar a la ciudad por 20 años para pagar un programa de pavimentación masiva, mal llamado de Movilidad Urbana. Este plan también empezó este año y lo único que ha logrado son retrasos en las obras.
Lo que llama la atención aquí es que se autorizó una deuda enorme y ya nadie se molestó por juntar 45 mil solicitudes que pidieran se le preguntara a la ciudadanía si quería endeudarse de esa manera. Parece que hemos superado el viejo chiste de pasar de un gobierno a otro dejando las arcas vacías, ahora se dejan deudas enormes y… nos hemos vuelto tan inmunes a ello como a las masacres.
Este año nos mandaron comerciales de la reforma educativa, como si algún comercial dijera la verdad. Lo peor del caso es que en esa famosa reforma nunca se discutió cuál sería la ingeniería de los futuros y presentes mexicanos, porqué eso es la educación, una ingeniería del ser humano. Sólo se hablaba de evaluaciones y manejo de recursos… ¿en eso se ha convertido la educación? En economizar y revisar si los empelados cumplen con la producción. ¿El control de calidad? Bueno, ese tendrá que producir individuos que puedan trabajar en el ámbito global. Eso parece ser la reforma educativa una producción de trabajadores. Pero nadie se preguntó que ciudadanos necesita el país para evitar que la injusticia siga siendo la constante en nuestra nación. Tal vez la injusticia no es algo que nos motive a hacer tanto como el tener ropa de imitación de marca.
Hoy, a una noche de acabar el año, me pongo a recordar tantas cosas y me doy cuenta de que no sólo debo aportar lo que mínimamente pueda para construir una ciudad más justa, cosa difícil cuando tanto cabrón se enriquece de mantener miserable a la población. También debo hacer un aporte que no se hace pequeño en la muchedumbre de indiferencia, un enorme trabajo que debo hacer para que en esta ciudad, donde los autos son más importantes que las personas, mis hijos e hija no pierdan su humanidad.
JuárezDialoga ha invitado a Hernán Ortiz III para colaborar por su trayectoria académica y participación en la Sociedad Civil Organizada. Hernán es profesor en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). También, colaboró en la Organización Popular Independiente (OPI) y en el Consejo Ciudadano por el Desarrollo Social (CCDS). Actualmente dirige la organización civil Ciudadanos por una Mejor Administración Pública (CIMAP) conformada por un grupo de ciudadanos que trabajan por tener una mejor ciudad al proponer a las autoridades, mecanismos para mejorar la administración pública.