Reflexionar sobre los acontecimientos del año que se nos fue entre los dedos representa un intento de equilibrar la balanza de los dolores y las dichas, reestablecer el orden para seguir andando. Los fronterizos tal vez no podamos darnos el lujo de reconciliarnos con el 2013 cuando seguimos arrastrando el luto de la década. A nivel personal es posible que tengamos en la lista esos logros grandes y pequeños en el trabajo o en la escuela, el gozo de abrazar a muchos de nuestros seres queridos, si no a todos, y el mantenimiento de nuestra salud. Pero en el plano social, aun sin que nos tocase directamente la violencia, en el 2013 las ausencias de las mujeres y hombres desaparecidos o ejecutados en la llamada Guerra contra y por las Drogas, así como en el tráfico de mujeres, continuaron y se agregaron al déficit de humanidad, a la deuda de responsabilidad del gobierno mexicano por las vidas y seguridad de sus ciudadanos. Inocentes, o relacionados con el tráfico de drogas, el asesinato o desaparición de todo ser humano en el país debió haber sido (y todavía debe ser) investigado hasta sus últimas consecuencias para así asestar verdaderos y profundos golpes al crimen organizado y permitir a sus familias completar el ciclo del duelo, sepultar en paz a sus hijas e hijos, y recibir justicia.
A fines del 2013 se presentaron días sin que se reportaran ejecuciones o secuestros. Esa aparente ausencia de actividades criminales hizo a muchos declarar a Cd. Juárez una zona casi segura. Después vinieron otra vez tiroteos y desapariciones para recordarnos que un solo asesinato es suficiente para seguir exigiendo que el estado mexicano, en sus diferentes niveles, cumpla con sus obligaciones. Esa única muerte en muchos días, puede ser la de nosotros, la de alguno de nuestros hijos.
Las grandes heridas, causadas por negligencia de las autoridades, continuaron abiertas en el 2013: Idali Juache Laguna, quien desapareció desde el martes 23 de febrero de 2010 a los 19 años de edad fue plenamente identificada hasta hace unos días. Un solo fragmento de su cuerpo fue localizado en abril del 2012 en el Valle de Juárez tras de que su madre insistió en que se encontraba cautiva en un bar. Aparentemente, hubo tiempo y oportunidad de rescatar a Idali o a otras jóvenes que fueron retenidas por el mismo grupo que secuestró a la joven. El retraso en el peritaje se debió a la “falta de recursos” para pagar el proceso de identificación. En cambio, en el 2013 también, se inauguró triunfalmente un monumento a los impuestos malgastados, creativamente llamado la “X” por aquello de ser una gran tacha reprobatoria para nuestra comunidad y sus políticos, en el que se invirtieron millones de pesos en una estructura que no es necesaria y en cambio es hasta peligrosa. La inauguración se llevó también otros miles de pesos en el circo que los gobernantes piensan substituye al pan y a la vida en esta ciudad. Para mayor insulto, el alcalde que se va exigió los privilegios vitalicios en forma de alta seguridad permanente y personal, con cargo a los ciudadanos, cuando desde su puesto nunca garantizó ni supo proteger la vida de ningún ser humano bajo su responsabilidad.
Podemos continuar con la lista de agravios y dolor pero tal vez deseemos dirigir nuestra mirada hacia el optimismo. Es válido buscar la luz y tratar de superar emocionalmente nuestras pérdidas, pero también lo es recordar a nuestros muertos y ausentes y seguir exigiendo investigaciones, reparaciones y cese a la corrupción, al cinismo. Que en el 2014 se haga justicia.
JuárezDialoga invita para colaborar a Selfa Chew por su compromiso con la sociedad civil organizada, tanto de Ciudad Juárez como de El Paso, Texas. Ella es Doctora en Historia y Catedrática en la Universidad de Texas en El Paso. Es poeta y autora de Azogue en la Raíz, (Ediciones Eón, 2006) y Mudas las Garzas (Ediciones Eón, 2007).