Por: Santiago González Reyes
Después que el buenazo de Adán nos endilgara tremendo castigo por comer del fruto prohibido, consistiendo este en “ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la misma tierra”, hombres y mujeres padecemos igualmente los esfuerzos de adquirir el sustento con nuestro tiempo y empeño diario. Pero realmente creo que el Padre omitió mencionar lo más difícil de trabajar diariamente, que según expertos no es el esfuerzo físico o mental, sino el llamado “ambiente laboral”, es decir, el conjunto de condiciones y elementos que contribuye a lograr u obstaculizar las metas del trabajo. Algunos de estos elementos para ser más claro serían: la buena comunicación y cooperación con compañeros (as), la accesibilidad y buen trato de los superiores jerárquicos, las condiciones del espacio y las herramientas para desarrollar el trabajo, cargas adecuadas, metas posibles, la remuneración adecuada, la esperanza de crecer, entre otros.
Ya en otros momentos he abordado el trabajo en la industria maquiladora, por lo que en esta ocasión me basaré en el trabajo del “Godínez” promedio, entendido este como aquella persona que desarrolla la actividad en grupos de trabajo principalmente en oficinas bajo las ordenes de un jefe, puede ser para una institución gubernamental o empresa grande, mediana o pequeña, con una jornada diaria a cambio de un sueldo semanal o quincenal. Así, desde tener un sueldo pesado, como cuando la quincena te respalda, hasta los que revisan cada hora el cajero para ver si ya depositaron, todos se entienden “Godínez”.
El primer gran determinante del ambiente laboral es la o el jefe, este puede ser desde una persona que te ayude a crecer profesionalmente, que te motive a realizar el trabajo con los mejores resultados y comparta su experiencia, hasta los llamados “jefes tóxicos”, aquellas personas que un pequeño poder los hacer envilecerse, que su pobreza humana la compensan con la humillación, generar miedo y violencia en las y los compañeros a su cargo. El ambiente adecuado para que este tipo de jefes prospere son la falta de derechos y estabilidad laboral. Así cuando una persona carece de una base y puede ser despedida sin indemnización alguna, por virtud los llamados “contratos de prestación de servicios” que se firman cada determinado tiempo, siempre con el temor latente de que no te renueven el contrato, se vuelve el rehén perfecto para no denunciar los abusos y malos tratos de parte de esa gente pequeña con pequeño poder que los hace grandes nefastos. Si usted que lee es una de esas personas y se justifica pensando que se lo merecen porque nadie hace bien las cosas, recuerde que la vida da muchas vueltas y que cuando la desdicha lo alcance habrá una gran fiesta entre sus agraviados.
Irónicamente el principal usuario de este tipo de fraude a las garantías laborales es el Gobierno, municipal, estatal y federal, aun cuando algunos de los actuales titulares durante sus campañas juraron que no habría despidos, incluso algunos de ellos aseguraron que no habría más contratos temporales, se siguen usando. Aclarando que este tipo de contratos no le impide demandar los despidos injustificados, ni reclamar derechos laborales, pues este tipo de documentos al ser un fraude, son nulos de origen.
En un lugar que no quiero mencionar, de cierto Consulado de algún Arizona de un posible Nogales, la dinámica consistía en un cónsul jugador de golf, indiferente a lo que pasaba en su dependencia, un vicecónsul ocupado que en la CDMX no se enterarán de nada de lo que ahí pasaba y una cónsul de protección que fustigaba al personal desde su incompetencia y desequilibrio emocional, aderezado con una buena dosis de inmadurez. En ese lugar donde presumiblemente se defendía a los connacionales, las principales víctimas eran los empleados, varios de ellos recientemente despedidos sin explicación alguna, después de hasta 19 años de firmar contratos de prestación de servicios. Y así podemos continuar con oficinas que defienden derechos humanos de las mujeres donde las más violentadas son sus empleadas o como les llaman “prestadoras de servicios profesionales”, cuerpos de seguridad que no tienen seguridad social, etc. El objeto central de estas dinámicas es obtener lo mayor posible a cambio de pagar lo menos, así se niegan derechos laborales, se dan cargas exageradas de trabajo, se niegan prestaciones y más. Entonces ¿qué servicio podemos esperar de personas que trabajan en estas condiciones?
El trabajo determina en gran medida nuestra calidad de vida, tanto en lo material como en lo emocional. Sufrir violencia, desde las sutiles o toleradas como la verbal y psicológica, hasta las más graves como la física o el acoso sexual, degenera integralmente a la persona. Cuando estas dinámicas se desarrollan en los lugares que deberían combatirlas, donde casi nadie se atreve a denunciar porque provocaría su despido es válido decir que buena parte del Gobierno se dedica a la simulación. ¿Quieren mejorar al país? Ahí está un campo de oportunidad.
Nota: Este artículo se publicó primero en el Diario.mx y aquí se reproduce con autorización del autor.
Santiago González Reyes es abogado defensor de derechos humanos. Actualmente es docente en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.