Por: Michell Vázquez
Confieso que durante mucho siempre me descreí de aquellos que, con voz mandante, afirmaban que la esperanza estaba en la juventud. Consideraba que si las ganas de hacer revolución habitaban al humano no importaba si se tenía diecinueve o cuarenta. La edad era lo de menos para actuar ante lo injusto.
Estuve participando con un grupo de personas para armar una candidatura independiente a diputado local. Hay muchas cosas que dan para pensar, y sólo escribiré acerca de la diferencia a la hora de pedirle su firma al adulto que al joven. En las universidades siempre hubo mejor resultado no sólo al momento de dar la credencial sino con el ánimo que regalaban.
Me atrevo a decir que la vida le ha dado tan pocos golpes a la juventud que mantiene la esperanza de que se sí puede. Sucedía que mucha gente más de cuarenta* simplemente decía “no va pasar nada”, “¿pa´qué?”, “ya no creo”. No podían abandonar su realidad donde no les alcanza la voz, las manos, y el celebro para cambiar las cosas.
No es que entre los jóvenes abundaba el apoyo incondicional, más bien estaba presente el “quién quita”, “chance y sí”, “chicle y pega”. Es decir, había un dejo de ganas de cambiar. Un botón de hoja que apenas nacerá en el árbol.
Y es a lo que voy. Ese pequeño deseo y ganas de cambio hay que usarlo para romper la realidad. No basta con criticarla, no basta con negarle el apoyo, no basta la indiferencia.
Desgarremos el conformismo empezando con nosotros mismos. Cada cabeza un mundo y una realidad.
Se sabe que vivimos un momento donde el que vende más gana y muchas veces gana el que vende más mentira. Se puede traducir lo anterior en: la publicidad. Tan nos ataca por todos lados que terminamos tragando mentiras, a veces con singular alegría. Y sí, que cada quien coma lo que quiera, el problema es que el que come mentiras reproduce mentira, por decirlo de una manera.
Y confío, tal vez con cierta ingenuidad, que Juárez es tan pequeño que aquellos que empiecen a romper su realidad se encontrarán con otros que hacen lo mismo. Ahí es cuando no podemos aislarnos y competir, sino todo lo contrario. Buscarnos. Mirarnos. Abrazarnos. Y entonces crecer y crearle vida a esa palabra tan alejada y prostituida que es “unión”.
No será fácil. Tengo veinticuatro años y cada vez que pienso en el tiempo miro con nostalgia el que ha pasado. Y así va ser esto. Sin embargo, antes de alimentar gusanos prefiero alimentar la esperanza de que “las cosas” pueden y van a cambiar.
*Si usted tiene, digamos, cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta años pero todavía hay en su ser esperanza y lucha por cambiar su realidad entonces no crea esa mentira de que la edad lo hace a uno viejo.
JuárezDialoga ha invitado a Michell Vázquez por su compromiso con quienes viven en Ciudad Juárez. Es estudiante de Literatura de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, y trabaja como profesor de secundaria. Escribe cuento, y también realiza un videoblog en you tube titulado Wachate Fany!, dedicado a fomentar la lectura. Fue columnista del periódico Norte por 4 años. Quiere y cuida a su perro Milo.