No existe, y nunca ha existido, la familia. Lo que ha existido siempre son las familias, de muchos tipos. La mayoría invisibilizadas hasta hace poco. Sobre todo se habían mantenido al margen las familias nacidas de un matrimonio –sí, matrimonio- entre dos hombres o entre dos mujeres. En lo que va de este siglo, el reconocimiento a los matrimonios igualitarios va en ascenso. Y todo hace suponer que así seguirá siendo.
Lo anterior ha despertado la ira de las fuerzas ultraconservadoras, que a su vez han movido a las fuerzas conservadoras para tratar de impedir que se reconozcan los legítimos derechos civiles de estas familias que ya existen, desde hace miles de años y que, con permiso o sin él, con reconocimiento o sin reconocimiento, van a seguir existiendo. Las leyes no cambian realidades, pero ayudan a proteger derechos.
El llamado de parte de las iglesias a marchar para tratar de echar atrás los pocos derechos matrimoniales ganados no ha tenido el alcance que quienes convocaron esperaban. La propaganda estuvo plagada de mentiras para infundir miedo a la gente, y generosamente aderezada con homofobia. La mexicana es una sociedad conservadora, temerosa y homofóbica, pero algo falló.
La presencia de las personas a las marchas en diferentes ciudades del país fue poco numerosa, si la comparamos con la población total. En Ciudad Juárez marchó alrededor de un 2% de la población. No puede llamarse éxito. Sobre todo porque el clima parecía estar de parte de los marchistas. Algo está cambiando en nuestra gente. Puede ser que ya haya más personas informadas que no fácilmente se dejan manipular por intereses mezquinos
Muchas de las personas que sí acudieron lo hicieron mal informadas, otras fueron por temor a los cambios que se están presentando, aunque ninguna sociedad es estática; lo que difiere es la visibilidad de los cambios y estamos asistiendo a cambios tan importantes y profundos que no habrá marchas que los detengan, pero son para bien, como la mayoría de los cambios.
Vale la pena reflexionar a qué se debe esta reacción de parte de los líderes religiosos de todos los colores. Suelen pelear continuamente y ahora los vimos tomados fraternalmente del brazo. Algo los mueve, y no es la preocupación por las familias, de esa insensibilidad han dado muestras de sobra. Nunca han estado presentes para ayudar, sino para cooptar a familias en desgracia. De eso se acusan, con sobrada razón, mutuamente.
Son expertos en aprovechar las crisis para aumentar los alcances del negocio. La debilidad que ha mostrado el gobierno actual por una popularidad que nunca fue alta y que a medida que avanzaba el sexenio se fue desmoronando, pudo ser el escenario que quisieron aprovechar para aumentar su influencia en las decisiones políticas del País. Los líderes, a contrapelo de los simples fieles, suelen ser personas avezadas.
Los avances legislativos en derechos humanos debieron alertarlos: no conviene una población empoderada, ni una población libre. El negocio de la fe no florece cuando falta la ignorancia, el miedo o la angustia. Y hacia allá se encaminan los trabajos en favor de los derechos de las personas, de todas: hacia el conocimiento, el valor y la paz, tanto personal como social. Entonces habría que hacer algo. Ruidoso y eficaz. Salieron a marchar.
Creo que debemos tomarles la palabra: si ellos salen a marchar para defender a un modelo de familia, salgamos la mayor parte de la población a marchar para defender todos los modelos de familia, que ninguno quede sin protección. De paso aprendemos, ellos y todos, a convivir con todo mundo en sana paz. Todas las familias merecen respeto, todas deben ser protegidas por el Estado. Hacia allá se encaminan las reformas. Hacia allá hay que marchar.
JuárezDialoga invita a Efraín Rodríguez a participar como articulista por su compromiso con la sociedad de Ciudad Juárez. Efraín es maestro en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y entre otros, ha incursionado desde hace muchos años en los medios de comunicación participando en una variedad de temas, pero sobre todo, para desde su profesión como sexólogo promover la aceptación de la diversidad sexual.