Leí el texto que nos envió nuestro colega Víctor Orozco, en el que a propósito de la renovación de autoridades en la UACJ expone las debilidades de las diferentes formas de elección de rectores en las universidades mexicanas y hace un par de sugerencias para la nueva administración: la inclusión del atributo de la legalidad y abrir más la universidad a la sociedad a través de ampliación de la oferta académica. Las sugerencias que aquí hago no tienen sino el fin de dar una vuelta de tuerca al primer asunto expuesto por Víctor.
Sobre la sugerencia de incluir el atributo de la legalidad, estoy completamente de acuerdo, pero creo que además de ello habría de incluirse sin ambages otros dos atributos: la democracia y la meritocracia. Aunque en apariencia son contradictorios, me parece ambos deben tenerse en cuenta en un espacio universitario, ya que mientras uno supone el igual derecho de todos los miembros de una comunidad a ejercer las funciones de gobierno, dirección o liderazgo, el otro supone que quienes lleven a cabo dichas funciones deben ser los mejores en virtud de sus méritos (experiencia, capacidad, trayectoria).
El primer atributo, la democracia, está implícito en los atributos señalados en la propuesta del rector electo, Ricardo Duarte (equidad, transparencia, apertura, honestidad, participación, pertinencia, diversidad y calidad). Sin embargo, haría mucho bien que nuestra institución en su conjunto iniciara una reflexión colectiva que nos permita evaluar en qué medida las reglas vigentes de elección o designación de autoridades académicas y administrativos (y de definición de la política académica de la universidad) pueden garantizar, además de la estabilidad y desempeño eficiente, una mayor participación de la comunidad universitaria.
Tal como se desprende del texto de Víctor Orozco, es momento de que la Universidad se reconozca a si misma como una entidad plural y compleja; que en congruencia con ello, para debe renovar no sólo a sus autoridades periódicamente, sino también reformar los mecanismos y prácticas que rigen su vida interna. Dicha renovación, desde mi punto de vista, no puede hacerse sino en “clave democrática”, para que sean la información, el diálogo y el debate abierto y fraternal, los factores que decidan la elección de los integrantes de las diferentes instancias del gobierno universitario y orienten el funcionamiento de los espacios colegiados.
El segundo atributo, la meritocracia, lo sugiero como una medida que responde a la transformación amplia y evidente operada en el perfil y la cultura de los dos principales segmentos de la comunidad universitaria: profesores y estudiantes. El cambio, reconocido en la propuesta de trabajo del Lic. Duarte, consiste principalmente en el incremento de los profesores con el grado de doctorado, estimulado por las políticas y estímulos a la formación de la planta académica. También, como resultado del nuevo perfil de la planta docente, se han incrementado las actividades de investigación y docencia de posgrado, empujando a su vez el crecimiento del número de estudiantes en ese nivel. Se trata de estudiantes portadores de una mayor conciencia crítica y de nuevas exigencias (mayor compromiso, eficiencia y calidad) para satisfacer sus necesidades formativas.
En congruencia con la nueva realidad, y en tanto institución dedicada a la producción, transmisión y difusión de la ciencia, arte y humanidades, la Universidad debe trascender las prácticas patrimonialistas y parroquiales que durante años han fijado la dirección de los cuatro institutos que vertebran la actividad académica sustantiva de la Universidad. Por ello, es necesario que quienes aspiren a encabezar esos espacios, reflejen la nueva y más compleja composición de la comunidad universitaria. Es impostergable que su elección no sea por su mera pertenencia a una profesión o disciplina que “supone” tiene derecho exclusivo de dirigir un instituto sólo porque así ha sido durante años, sino por poseer un claro reconocimiento por su trayectoria, capacidad y compromiso demostrados en el desempeño de sus actividades de docencia, investigación y gestión.
¿Cómo lograr lo anterior? ¿Qué de nuestra vida universitaria se debe cambiar, ajustar o consolidar para que se avance en la perspectiva de esos dos atributos, perfectamente compatibles con lo expuesto en el programa de trabajo de la nueva administración? Esas preguntas podrán responderse a medida que se desplieguen en la práctica los ocho atributos propuestos en el plan de trabajo del rector electo. Pero sobre todo, se responderán positivamente si los universitarios hacemos nuestros dos de ellos en particular: la participación, la piedra angular de la democracia, y la apertura, sin la cual no es posible encontrar nuevas soluciones a los viejos y nuevos problemas que enfrentamos.
JuárezDialoga ha invitado a Héctor Padilla a colaborar por su trayectoria académica como estudioso de Ciudad Juárez y el tema de la frontera. Así mismo, por su contribución y reflexión sobre el tema específico de la cultura. Héctor, también como académico ha apoyado en distintos momentos diversos movimientos sociales y fue co-fundador del Movimiento Pacto por la cultura.