Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos.
La noche de los feos, Mario Benedetti
Según la Real Academia Española la definición de estética es “Disciplina que estudia la belleza y los fundamentos filosóficos del arte” o el “conjunto de elementos estilísticos y temáticos que caracterizan a un determinado autor o movimiento artístico”. Por lo tanto, la estética de la fealdad es la paradoja que consiste en voltear hacia otra dirección extrayendo la hermosura de lo raro, de lo grotesco, quitar el foco del héroe y re-enfocarlo en otra figura sin reflectores. Las historias de personajes y panoramas sombríos pueden tomar un matiz interesante. Este es el caso la obra de Ordaz: tiene que ver con marcos urbanos muy fronterizos pero que podrían aplicarse fácilmente a otras regiones. En 1857 Baudelaire publica “Le Monstre”, en donde la voz poética gira en torno al cuerpo en descomposición de una mujer. En este poema el autor muestra bellamente la estética de la fealdad:
quien pretende del mal buscar la crema
no habrá de amar sino a un perfecto monstruo,
¡Por eso, viejo monstruo, yo te quiero!
El francés crea una yuxtaposición interesante. Utiliza la poesía, lenguaje bello por definición y lo antepone a la figura de una mujer monstruosa. Hace un juego con imágenes de fealdad e intensifica los efectos, ya que lo monstruoso es construido con un lenguaje lírico.
Así también, Diego Ordaz, en Permutaciones para el estertor del Mundo, propone una estética desde la contemplación de lo decadente. La apuesta de Ordaz es muy clara; construye la belleza con su lenguaje, utiliza neobarroquismos para describir escenarios aterradores. Se gana la confianza del lector con el lenguaje: tomándole de la mano, poco a poco sujetándole el rostro, lo fuerza a ver situaciones que podrían, en otras circunstancias, fuera del acto narrado, ser poco atractivas, por llamarles de alguna manera. Sus letras se van convirtiendo en unos garfios que mantienen los parpados abiertos del lector. La omisión en los detalles hacen más poderosas sus historias, ya que el lector va hilvanando el trasfondo; sucesivamente se van descubriendo realidades terribles de los escenarios que este pastiche presenta.
El libro está dividido en cuatro secciones: Permutación primera: Juego de nenes, Permutación Segunda: Juego de la noche, Permutación Tercera: Juego de chicas y Últimas Permutaciones. Con un total de diecinueve narraciones y noventa y seis páginas.
La Permutación primera: Juego de nenes contiene cinco textos. Son contados desde las miradas inocentes de los narradores, quienes son expuestos ante situaciones límites. Llenos de panoramas oscuros y narrados desde un punto de vista ingenuo. En el texto Limaduras, por ejemplo, la voz narrativa la encarna una niña quien describe cómo la bruja de su barrio utiliza polvo de metal para producir abortos y hacerles daño a los hombres: “¿funcionan mejor las limaduras metidas con crema y embarradas o bebidas junto con Choco Milk, durante el desayuno? Introducírselas es horrible, mejor beberlas, así disimuladas en los grumos de chocolate, que casi no sepa el sabor a sangre seca que tiene el fierro.” (Ordaz, p.24)
Por otra parte, en la Permutación Segunda: Juego de la noche, se encuentran también cinco historias. En esta sección se palpan las trasgresiones de los personajes principales a la noche, a lo oscuro, a lo prohibido. En el texto Paseo en bicicleta, la voz narrativa tiene la necesidad de trasgredir, de buscar situaciones que la pongan en un estado vulnerable: “Ya llevo así años, con esta incertidumbre de saberme entregada, un viernes sin retorno, a la más deliciosa y extraña suerte violenta de sinuoso callejón con olor a orines, a perro muerto, a semen con caca… Los viernes, justo los viernes, deseo andar en bicicleta y regresar ya muy noche completamente golpeada y humillada…” (Ordaz, p.44)
El autor, lejos de cuestionar a la víctima en potencia, la empodera y la llena de argumentos fetichistas. Muestra al masoquismo como una válvula de alivio a la cual se recurre para salir de la rutina. El personaje principal en este caso busca emociones extremas para mantener su serenidad.
Siguiendo el mismo ejercicio, en la Permutación Tercera: Juego de chicas, existen tres narraciones. Las chicas en estas historias juguetean con el azar, con “el auténtico color del universo” perfectamente identificado en uno de los textos. Las figuras femeninas meticulosamente colocadas le guiñen el ojo al destino, coquetean con él. En esta sección los textos de Ordaz son más abstractos. En Los dominios del azar, la narradora se cuestiona eso que asumimos, la garantía de la falta de autonomía en las maquinas: “¿Quién asegura que los semáforos vayan del verde al ámbar y del ámbar al rojo cuando los cruces desolados? ¿Quién los ha visto regresar del rojo al verde alegre por las madrugadas solitarias?” (Ordaz, p.71)
Finalmente, en las Últimas Permutaciones, Ordaz atinadamente hace alusión al título de la sección, la centella del texto se va apagando y gotean poco a poco las últimas líneas del libro. Los textos están permeados de fatalismo, como el de dos maniquíes condenados a una eternidad suspendida: “El amor, sospecharían después, quizá no es más que eso: un par de maniquíes que miran a través del aparador, y dan cuenta, muy serios, de su suerte estática”. (Ordaz, p.85)
Ordaz es muy hábil en utilizar recursos literarios como los reflejos, esa constante comparación forzada que hace el lector sobre las situaciones desarrolladas en el texto. El libro en general está lleno de temas periféricos, decadentes, con un leguaje delicado, una prosa poética que lleva un cuidado quirúrgico. Los personajes se ven encerrados en la monotonía y el lector los acompaña sufriendo también de su agonía.
En este libro, los personajes llevan el rostro borrado, sin nombre, podría ser cualquiera, como en el texto La mano que los rige, el autor solamente nombra a sus personajes con letras: A,B,C y D. Si a todo esto le agregamos los escenarios post-apocalípticos, de constantes trasgresiones y de locura, podemos adivinar que el libro tiene un panorama sombrío siempre recurriendo a la ironía, a la angustia y al fastidio en que viven los personajes.
Sea, pues, bienvenido Permutaciones para el estertor del Mundo, una oda a la fealdad, una apreciación a ese ángulo al que nunca queremos voltear, en donde el autor nos invita a contemplar la belleza escondida justo ahí en esos rincones oscuros, decadentes, esos orificios a los que preferimos no asomarnos porque quizás nos encontraríamos con algún reflejo perdido.
Miguel De La Cruz. El Paso TX (1984). Actualmente colabora en la revista literaria transnacional liberoamerica.com, es escritor chicano y promotor cultural. En el 2013 obtuvo la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Estatal de Nuevo México. Es miembro del taller literario <<Pisca a las 6:30>>. Colaborador de la revista Arenas Blancas de la Universidad Estatal de Nuevo México. En el 2013, publicó el cuentario Memorias de un Camaleón. Su trabajo aparece en diferentes revistas literarias y en antologías como “Al este del Arcoíris”(New Jersey, 2011).
Bibliografía
Baudelaire, Charles. Las Flores Del Mal. Visor Libros, 2010.
Benedetti, Mario. Cuentos Completos. Penguin Random House, 2012.
“Estética.” Diccionario De La Lengua Española, Real Academia Española,
http://dle.rae.es/?id=GrPCrf2
Ordaz, Diego. Permutaciones Para El Estertor Del Mundo. 1st ed., Brown
Buffalo Press, 2017.
Miguel De La Cruz. El Paso TX (1984). Actualmente colabora en la revista literaria transnacional liberoamerica.com, es escritor chicano y promotor cultural. En el 2013 obtuvo la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Estatal de Nuevo México. Es miembro del taller literario <<Pisca a las 6:30>>. Colaborador de la revista Arenas Blancas de la Universidad Estatal de Nuevo México. En el 2013, publicó el cuentario Memorias de un Camaleón. Su trabajo aparece en diferentes revistas literarias y en antologías como “Al este del Arcoíris”(New Jersey, 2011).