Si concentramos todo nuestro ser en un solo momento, proyectamos quien somos en verdad, paradójicamente la realidad nos retiene, nos tiene sujetos. No hace falta invocar a la muerte, ni al diablo, ni a la injustica, hay más que eso. En ciudad Juárez estamos exhortos de nuestra propia identidad como mexicanos, como SERES HUMANOS, creí vivir creyendo lo que dicen los medios, que vivimos en la ciudad mas peligrosa del mundo, que ganó EPN, que él tomara las riendas del país y por fin alcanzaremos lo que por siglos hemos muerto reclamando: Justicia y paz para México. Veo manifestaciones, y en cada una de ellas a uno o varios de mis amigos expresándose sin saber si también se expresaran sus pensamientos rotos, si vivirán para ver el “cambio”, si son o no modernos o “semi” revolucionarios. Mi humanidad se consolida con cada atrocidad que la cotidianidad nos presenta, no es Juárez la ciudad que la realidad nos plantea, por el simple hecho que la realidad no se acata a la verdad desde hace mucho, mucho tiempo. De lo contrario; ¿La violencia y bestialismo que conlleva el narcotráfico por la ciudad como aduana o lugar de paso es verdad? Es real sin duda, pero la única respuesta que me ha dado alivio es el planteamiento filosófico, nada que no sea verdad tiene porque seguir siendo. Cada uno de los que opinamos que la vida no debe seguir como se esta llevando y controlando por las estructuras de poder y las altas esferas, démonos tiempo de reflexionar antes de marchar y pensar si es verdad que Ciudad Juárez es la tierra de los sobrevivientes, de la impunidad fantasmal que no ha cesado sobre las mujeres ultrajadas y muertas, tierra de maquiladoras, zona de guerra, de cantinas y putas. No es nada de eso, no es verdad, aunque nosotros mismos lo hayamos creado, no tiene por qué ser parte de la realidad, a menos que abramos los ojos en la conciencia y cambiemos como humanos en todo el globo terrestre. No tiene nada de malo el legado de la ciudad, su memoria colectiva es evidencia histórica, sin embargo dejemos el apego y formemos una identidad mas honesta, mas allá de los tugurios y el salario mínimo. Reactivemos nuestro espacio, nuestro tiempo, todos aquellos que en determinado momento forjaron una cara de Ciudad Juárez que muchos anhelamos, la época dorada, la ciudad cuyo origen fue la cuna de un verdadero cambio, dejemos de empedernirnos en el afanoso poder que mediante tácticas subversivas planea manejar como un cártel demoliendo a diestra y siniestra el patrimonio cultural para edificar nuevas formas de ingreso a los mismos pudientes y corruptos de la historia, que se repite y repite por generaciones en nuestro país. Dejemos de construir sueños ajenos y empecemos a construir los nuestros. Juárez es la arista de los problemas y virtudes que somos todos nosotros, una de miles que acongoja al mundo y sus habitantes.
Si concentramos todo nuestro ser en un solo momento, proyectamos quien somos en verdad, tomémonos el tiempo, basta de hablar como juarenses y hablemos como humanos, en el sentido de encontrarnos a nosotros mismos como entes individuales y/o colectivos en comunidad con el resto del mundo.
“Botoncito” aplaudan niños… TIUUUUUUN… se apaga el televisor, y el ciego televidente toma su bastón para entregárselo a otro ciego parado casi a un lado de la silla de madera vieja y putrefacta, en donde se encontraba el primero, ahora remojándose la cara en un lavabo con espejo roto. Algunas gotas de agua residual corren por los caudales de las arrugas de su rostro; un sujeto con guantes blancos rebobina el video para el ciego impaciente sentado a un metro del televisor. Y continúa el discurso: Si concentramos…
Ñei, es miembro y director de la revista happy, y se autodefine como narrador aficionado, creativo autodidacta en estado de sanación por el terror citadino.