Hace unos días se realizó en la Universidad de California en Los Angeles un foro en el que académicos colombianos, brasileños, mexicanos y norteamericanos analizaron las dinámicas del mercado de las drogas. También participaron a través de un panel especial funcionarios y ex funcionarios gubernamentales, entre quienes destacaban el secretario Relaciones Exteriores de Guatemala, Fernando Carrera, el general colombiano retirado Oscar Naranjo, el subsecretario de seguridad de Río de Janeiro, Roberto Sa, el director de la DEA para la región andina, Jay Bergman, y Alejandro Poiré, el último secretario de gobernación del sexenio pasado, ahora atrincherado en la Universidad de Standord desde donde sigue defendiendo los desatinos del gobierno de Felipe Calderón en materia de combate al narcotráfico con la cantaleta contrafactual ¿qué hubiera pasado si Calderón no hace nada? Justamente el foro Illegal drug markets, crime and violence in Latin America exploró las consecuencias de algunas de las acciones del Estado para combatir al crimen organizado en la perspectiva de imaginar alternativas. Si hubo una conclusión general fue que el combate desaforado y sin estrategia a los carteles del narcotráfico produce más violencia y tiende a crear las condiciones para la corrupción del ejércIto y las corporaciones policiacas. Dado el alto costo en vidas humanas, desapariciones y violencia generalizada derivada de la llamada Guerra de Calderón, es inevitable que el ejercicio contrafactual propuesto por Poiré lo lleve a uno a preguntarse qué hubiera pasado si la prioridad del gobierno hubiera sido combatir la violencia producida por los cárteles de la droga y no el tráfico de drogas per se, y a preguntarse si el gobierno de Calderón tenía otras opciones además de la estrategia del crackdown que evidentemente resultó un fracaso.
Melissa Bell del Departamento de Economía de Harvard planteó que es posible identificar una mayor violencia en los municipios donde hubo una competencia electoral muy cerrada, pues entre otras cosas puso a los alcaldes en la posición de ser soplones o de negociar con los narcos. El trabajo de la doctora Bell no pretende extrapolar sus hallazgos en los municipios al nivel federal, pero sus conclusiones inevitablemente nos llevan a recordar que justamente Felipe Calderón llegó al gobierno con un margen mínimo y fuertes cuestionamientos, entre otras cosas por su utilización de una guerra sucia en contra de su competidor más cercano. Y no se trata de regresar aquí al tema de si hubo o no fraude en las elecciones del 2006, sino al hecho de que “haiga sido como haiga sido” el gobierno de Calderón era un gobierno debilitado por la polarización social que generó su cuestionada llegada a la presidencia.
¿Qué hubiera pasado si en lugar de lanzar a un Estado estructural y coyunturalmente debilitado a una aventura militarista para legitimarse, Calderón genera una estrategia de combate a la violencia con un diseño institucional adecuado? Se dirá que existía el riesgo de que la violencia incrementara, pero el hecho es que la violencia incrementó exponencialmente, más allá de toda expectativa. De nada sirve que se nos siga asustando con el petate del muerto. Ante el incremento de la violencia, la lógica contrafactual nos llama a preguntarnos qué hubiera pasado si se hubiera actuado de manera diferente. Y los resultados del estudio de la profesora Bell, también nos lleva a preguntarnos si Calderón y su gabinete de seguridad consideraron seriamente la debilidad estructural de los municipios, ya no como resultado de elecciones competidas, que también, sino histórica, antes de hacer movimientos masivos de tropas a lugares tan política y socialmente volátiles como Ciudad Juárez. Queda claro que no fue así, pues Poiré mantiene la explicación oficial que reza que los operativos conjuntos surgieron a petición de los gobernadores, empezando por Lázaro Cárdenas Vattel de Michoacán. Dicho de otra manera, según Poiré, el gobierno de Calderón habría cedido a presiones políticas. ¿Quién más tenía capacidad para presionar políticamente a Calderón además de un gobernador perredista?, uno se pregunta.
Oeindrila Dube de NYU presentó un trabajo sobre los efectos que tuvo el levantamiento a la prohibición a los rifles de asalto en los municipios fronterizos entre 2004 y 2006. Su conclusión más importante fue que en los estados limítrofes con Arizona, Nuevo México y Texas los asesinatos se incrementaron en un 60 por ciento. El estudio es importante porque sienta las bases para preguntarse los factores para que en lugares como Ciudad Juárez los homicidios se incrementaran de manera exponencial a partir de 2008. La variable más notoria fue el destacamento masivo del ejército y la policía federal.
En el marco de la coreografía de sutilezas que es el mundo académico, Poiré fue reprendido de varias maneras. Durante los dos días que duró el ejercicio estuvo solo en la segunda fila del ala derecha del auditorio de la biblioteca Charles Young donde se llevó a cabo el evento, mientras que el resto de sus colegas se sentaba en el ala opuesta. Durante su keynote, el investigador de UCLA Mark Kleiman lo dejó con la mano levantada durante cinco minutos antes de atender su pregunta. Era como si el profesor estuviera conminando a un alumno leguleyo a escuchar. En el transcurso del foro, el caso mexicano se fue erigiendo como una suerte de manual de lo que no hay que hacer a la hora de combatir al crimen organizado. Por ejemplo: no se debe ir contra los carteles para evitar el tráfico en lugar de tener como objetivo principal reducir la violencia; no se debe ignorar que en otras experiencias las acciones policiacas de alto impacto inciden en el aumento del precio de la protección y por lo tanto la motivación para corromper y corromperse, no solamente entre los policía, sino también entre los políticos; emprender una política del crackdown sin tener un aparato estatal adecuado es un despropósito; los arreglos con los actores no violentos no deben quedar excluidos dogmáticamente de ninguna estrategia; es importante no dejar de pensar en los efectos de los gobiernos de otros países como el supply shock provocado por Colombia y la desregulación de rifles de asalto en Estados Unidos; no se debe ignorar que los cárteles no atacan al Estado para derrocarlo, sino para restablecer negociaciones previas, por lo tanto, atacarlos frontalmente produce contragolpes que aumentan considerablemente la violencia.
En la última sesión, uno de los investigadores preguntó respetuosa, pero directamente a Poiré si él y Calderón harían algo diferente de estar de nuevo ante la misma encomienda. Entonces Poiré respondió que harían lo mismo, pero acelerando la reforma judicial y la ley de derechos humanos. Es evidente que la lógica contrafactual solamente le sirve a Poiré para justificar los errores de Calderón y no para imaginar alternativas, aunque sea a toro pasado. El director del Trans-Border Institute de la Universidad de San Diego, David Shirk, fue más elocuente. En una de las láminas de su presentación que aludía a los resultados de la pasada elección presidencial escribió con grandes letras sobre rostro de Calderón: REPROBADO.
JuárezDialoga ha invitado a Willivaldo Delgadillo a colaborar por su amplia trayectoria como activista social en la región fronteriza de Ciudad Juárez. Escribió y publicó la novela La virgen del barrio árabe; y fue integrante del Movimiento Pacto por la Cultura. También, Willivaldo fue profesor de la Universidad de El Paso, Texas. Actualmente estudia su doctorado en la UCLA.