Todavía no puedo creer lo que me pasó.
Lunes 17 de abril, a las 10:55
Cruzaba la banqueta que está en la esquina de Vicente Guerrero y López Mateos, rumbo a Río Grande Mall.
Iba en bici.
Una Van roja con placas de Texas, tenía prisa por pasarse el alto desde el segundo carril. Inició su marcha obstruyendo el paso peatonal. Casi me golpea con su defensa.
– Muévete pendejo.
Me gritó.
– Tengo el siga y tú el rojo.
Respondí.
– ¡Qué te valga verga pendejo!
– Tengo el paso libre, no puedes atropellarme.
– Vienes en sentido contrario.
-Si algo estoy haciendo mal llama a la policía.
-Eso haré.
Tomó su celular, creo que fingió la llamada pues al parecer le habían contestado de inmediato, todavía no cambiaba el semáforo. Gritó de nuevo.
-Chingas a tu madre hijo de puta.
-Estas muy alterado, debes tranquilizarte.
– Que se tranquilice tu puta madre.
Un señor moreno y canoso bajo de la van, se acercó a mí y tiro un gancho directo a mi cara. El impacto me rompió el labio.
No podía creer lo que pasaba. Un percance vial no me parece razón suficiente para arriesgar la integridad física.
Otros dos golpes volaron, los cuales esquive sin mover mis pies ni mis manos. Estaba sosteniendo mi bicicleta y no quería dejarla en un lugar donde sufriera daño…
¿Nadie filmo la escena?
Al parecer no, de inmediato un auto blanco se detuvo y empezó a gritarle al chófer de la van que no fuera abusivo, ¿tan amolado me veo? Un camión de transporte de valores detuvo su marcha frente a la Van para que no escapara.
El chófer de la Van que más tarde me enteré se llama Alfonso, se sorprendió de que no respondí a su ataque, no me asusté y tampoco me moví. En sus ojos la ira se convirtió en desconcierto.
La gente alrededor, decía que había una patrulla cerca, y de hecho así era, sólo que un camión la ocultaba, eran menos de 50 mts. A estas alturas Alfonso y yo, los dos pedíamos ya la intervención de la policía.
Los de Transporte de Valores se fueron y el señor del auto blanco se estacionó y explicó también a los policías su versión de los hechos.
Alfonso fue esposado.
– ¿Va a fincar cargos?
Me preguntó el Comandante Jesús Frías.
¿Lo dejo pasar? No fueron simples gritos, no puedes golpear a la gente porque sí. ¿Es grave mi herida? No puedo verme. ¿Por qué no respondí, por qué no sentí miedo?
TRES DÍAS ANTES.
(Me lo contaron)
Los besos apasionados de los jóvenes les hicieron olvidar su entorno cuando una patrulla los iluminó. Bajaron los agentes y los detuvieron.
Los jóvenes se identificaron como menores de edad de nacionalidad estadounidense, Los policías les pidieron que se subieran a la patrulla que se los llevarían consignados.
Sonó el celular de la chica y alcanzó a contestarlo, el Comandante, que no dijo su nombre pero así lo identificaron sus subalternos, le dijo que colgara y no dijera dónde estaba. La joven alcanzó a decir que se la llevaba la policía cuando colgó.
Familiares de la joven la buscaron en las distintas delegaciones de la policía pero fue hasta cuatro horas después cuando en la Estación Universidad entregaron a los jóvenes.
¿Qué pasó en esas cuatro horas?
Los policías traían a los jóvenes en las patrullas. Dicen que los subalternos no fueron groseros, pero el Comandante…
– ¿Ya ves? Mejor te la hubieras llevado a un motel, por ahorrarte unos pesos ahora te va a salir bien caro. Mija, ¿si trae sus calzones o los dejo tirados por ahí? Y les fue bien, porque otros compañeros no son tan respetuosos.
Cuando la madre de la joven se enteró de esto decidió no dejarlo pasar. Fue a Asuntos Internos a poner su denuncia, también a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, donde le recomendaron que pusiera otra denuncia en la Fiscalía Estatal por el delito de privación ilegal de la libertad. Perdió un día de trabajo en las primeras denuncias y perdería un segundo en la fiscalía.
¿Qué pasará?
* * * * *
De regreso al cruce de Vicente Guerrero y López Mateos.
Decidí acusar por lesiones a Alfonso, después de que el Comandante Frías me dijera que ellos me llevaban a poner la denuncia y al terminar me regresarían al mismo lugar donde ocurrieron los hechos.
Subieron mi bicicleta a una camioneta oficial y Alfonso se fue esposado en otra unidad.
En el viaje pedí una gasa o algo para limpiarme la herida pues empecé a sentir que la sangre aumentaba, me dieron un poco de papel de baño y me aclararon que en la estación me vería el médico legista.
Llegamos a la estación Universidad. Nos bajaron a los dos involucrados. Nos mantuvieron alejados, no entramos al edificio, estábamos en el estacionamiento.
Me hicieron una entrevista ahí, en la patrulla que es una camioneta. Me pidieron que explicara con mis propias palabras lo que había pasado, que fuera claro pues de lo contrario el trabajo de la policía podía ser en vano. Expliqué mi versión de los hechos. ¿Cuál será la de Alfonso? ¿Qué un viejo en bicicleta no lo dejaba pasar?
En un momento entro al estacionamiento de la Estación Universidad un hombre maduro, bien afeitado, traje gris rata, pañuelo de seda color salmón en la bolsa del saco, un cinturón negro con una discreta hebilla cuyo diseño era de una marca de ropa… que he visto por ahí.
Preguntó por el joven del incidente en la bicicleta.
Le dijeron que era yo.
Se acercó a mi y se presentó.
Licenciado Dante… no escuché el resto, pero no era ni Delgado, ni Almaraz ni Alighieri.
El Comandante le preguntaba qué hacía ahí.
Dante respondió que quería negociar los términos de la reparación del daño. Yo pensé que hasta el momento ni yo era consciente del daño, seguía sin recibir atención médica.
Le aclararon a Dante que no podía estar en el estacionamiento de las patrullas y que se fuera. De manera imperativa indicó acompáñalo, así que seguí a Dante. Pero el Comandante me dijo, tú no, le hablo al oficial. Menos mal, por mi mente pensé que me dejarían a merced del abogado. ¿Qué me podrían ofrecer? ¿Cuánto vale recibir un golpe? ¿$500.00, $20,000.00, cuánto? Se lo dejé a las instituciones. El hombre trajeado, como llegó se fue.
El Comandante Frías me explicó que tenía que ir rápido al corralón por un formato de inventario para llevarse la van de Alfonso. Me dijo que podría dejar mi bicicleta en la camioneta o bajarla. Decidí bajarla y la amarré a un poste.
Estuve en el estacionamiento esperando eran aproximadamente las 12:20 del mediodía. Cuando llegó el Comandante con el formato de inventario para llevar la Van al corralón. Tomaron fotos además de apuntar el contenido del vehículo, registraron y retrataron un buen gato y un compresor de aire para evitar pérdidas futuras.
El Comandante Frías me explicó que tenía que llevar la Van al corralón y que de ahí podría llevarme a dónde yo prefiriera, ya fuera el lugar de los hechos o la Universidad. Pensé que podría llegar a mi clase de la 1:00, la de las 11:00 ya la había perdido. Me dijeron que no habría problema y me subí con ellos.
El corralón está muy lejos de la estación de policía. Cuando llegamos ahí faltaban 5 minutos para la 1:00.
Pregunté sobre el siguiente paso a dar de mi denuncia. ¿Terminaba todo ahí? Me aclararon que no, que debía ratificarla ante el ministerio público, y eso se hace en la Fiscalía del Estado. Justo frente a la Estación Universidad. Entonces le pedí al Comandante que mejor me dejaran ahí, para terminar de una vez todo el proceso. Él me señaló que sólo faltaba que entregara la copia del formato del inventario del vehículo para que pudieran llevarse al detenido a la Fiscalía y que entonces podría poner mi denuncia, me pasarían con el médico legista y eso sería todo.
Llamé a Ericka, para que me acompañara en parte del proceso. No quería fallar a mis compromisos de la tarde y pensé que un auto me ayudaría recuperar el tiempo perdido, mi bicicleta ya no era suficiente. Pude haber pedido un Uber, pero creo que también necesitaba compañía, mentira en un Uber no me hubieran permitido subir mi bici.
Pasé a la Fiscalía. Dije que quería ratificar una denuncia por lesiones, me preguntaron el nombre del detenido, dije que era Alfonso y me dijeron que no había llegado.
¿Qué hago? ¿Espero, hay alguna hora en que traigan a los detenidos o qué sigue?
Me dijo la ¿secretaria, recepcionista? Que tenía 24 horas para poner la denuncia y que estas sólo se recibían hasta las 9:00 de la noche.
Tenía un compromiso que terminaba a las 7:00, decidí regresar ese mismo día aprovechando la ayuda de Ericka.
Para ese momento ya eran las 2:30 y fue entonces cuando por fin tuve oportunidad de ir a servicios médicos, me atendió el Doctor Flores, siempre tan atento. Me dio dos puntadas en el labio superior del lado izquierdo y me rectó analgésicos y antibiótico. Me recomendó que no dejara las cosas a la mitad, que terminara de poner la denuncia. Desde su punto de vista, que comparto, no debemos ser indiferentes a la violencia. Una vez él encontró a un ladrón en su casa, lo capturó y la patrulla no llegó en cuatro horas, tuvo que ir a buscarla a una avenida por más que llamaba al teléfono de emergencia, la patrulla nunca llegó. Gran diferencia con mi caso donde la patrulla ya estaba ahí y recibí toda amable atención. Menos la médica.
Fui a dar clase a las 4:00 y un taller a las 5:00. Terminé a las 7:00 y Ericka de nueva cuenta pasó por mí para poder regresar a la Fiscalía.
Al llegar la ¿secretaría, recepcionista? había cambiado, pero cuando le di el nombre de Alfonso me pidió que pasara a un cubículo con un Ministerio Público. A la vez un agente armado se me acercó y me entrego un oficio que justo pensaba salir a entregar en ese momento. Era un citatorio para que compareciera ante el Ministerio Público al día siguiente, según el artículo 360 del Código Nacional de Procedimientos Penales o de lo contrario se aplicaría la fracción I del artículo 104 del mismo Código. Cosa que he tenido que buscar y veo con sorpresa que el artículo 104 no tiene fracciones y que entonces no sé de qué habla.
¿Qué hubiera pasado si llega el agente armado a mi casa y me entrega ese papel? ¿Hubiera pensado que es bueno que la autoridad le dé seguimiento a los casos o pensaría que tal vez estoy en problemas? No lo sé.
Pero el oficial que tenía por misión entregarme el oficio, no sólo me agradeció que se ahorró la vuelta, sino el que haya regresado a poner mi denuncia pues según él, poca gente lo hace. ¿Será falta de confianza en la autoridad, falta de tiempo, por lo confuso del procedimiento, falta de entendimiento, costumbre, qué será?
Hice mi declaración ante el Ministerio Público, quién se portó muy amable sin ser condescendiente. Me pareció muy joven, pero a mi edad toda la gente me parece joven.
Sólo faltaba que me revisará el médico legista. Eran las 7:40 de la noche aproximadamente. El Ministerio Público me entregó una orden que debía entregar a un médico que estaba en ese mismo edificio y esperar.
Seguí las indicaciones, salí, di vuelta a la izquierda, de nuevo a la izquierda, al fondo hay una puerta y ahí es.
Pregunté a un policía municipal por el médico legista, me dijo que me sentara y esperará. En el pasillo había unas sillas. Pareciera que las sillas convierten un pasillo en sala. Había una niña, calculo de 13 años, con todo el rostro golpeado. Una señora delgada como de 65 años, otra como de 35 con un collarín, y otra más con muletas, me dijeron que tenía que tocar el timbre, entregar mis papeles al médico legista y esperar al menos cuatro horas que era lo que ellas llevaban ahí.
Toque el timbre, sonó una chicharra, no supe que hacer y pasó nada. Las mujeres me dijeron que lo hiciera de nuevo, y pasó exactamente lo mismo. Luego me dijeron que lo hiciera de nuevo pero que cuando sonara la chicharra abriera la puerta, esta vez funcionó.
Dentro eran donde llevaban a los detenidos.
Encontré la oficina ¿consultorio? del médico. Idéntico al Doctor Caligari, cabello un poco largo totalmente cano, encorvado y un hombro más levantado que el otro le daban una apariencia siniestra.
Le entregué el papel y me ordenó que espere afuera, que estaban otras personas antes que yo.
¿Qué hacía? Estaba frente a su computadora… ¿Qué hacía?
Me fui a sentar en el pasillo con las demás personas que esperaban la atención del médico legista. Comentaban sobre la preocupación de encontrar ruta a su casa al salir de ahí. La niña y su madre estaban ahí desde las 3:00 de la tarde, esperando la atención del médico. De pronto salió el médico con su siniestro andar y nos entregó nuestros papeles diciendo que los lleváramos al módulo nueve que ahí nos atenderían.
Por un momento estuve tentado a salir corriendo y llegar primero, pero no sería justo, había personas que llevaban mucho tiempo esperando ahí.
Llegamos al módulo 9, entró la señora con su niña, nos manda el médico legista, dijo. La doctora que estaba ahí respondió, yo soy médico legista. Hubo una pequeña confusión y después de unos 40 minutos nos empezó a atender.
Mientras esperaba me encontré al Aarón Yañez, quién estaba poniendo una denuncia por cosas que le robaron durante su “incidente” de la semana pasada. Me aseguró que todo era una mentira y que tenía a un equipo de abogados trabajando en ello y que ahora mejor traía chófer. Es bueno saber que hay gente que puede ser asesorada por un equipo de abogados. Tal vez hubieran podido ayudarle a la señora que tiene desde las 3:00 de la tarde a su hija con el rostro golpeado esperando que la atienda el médico legista.
Cuando salió la señora con su hija, nos dijo a quienes esperábamos que se había quejado y que al parecer habían regañado a la doctora. La delgada mujer mayor, se cansó de esperar y se fue. Al fondo de la sala una señora que había visto desde el mediodía, estaba rodeada de familiares y en ratos su fuerte llanto llamaba la atención. La señora del collarín me dijo que al parecer la doctora estaba de malas.
Cuando me atendió la médico legista, me pidió una disculpa en nombre de tooodos los médicos del mundo por no recibir la atención. Creo que al respecto la sensibilidad está muy a flor de piel hoy en día. Yo también le pedí una disculpa por toda la gente angustiada y confundida que no sabíamos realmente qué es lo que pasaba a nuestro alrededor. Su revisión fue breve pues el Doctor Flores me había expedido un certificado de lo que fue su intervención.
La doctora me dijo que en la Fiscalía había dos médicos, uno para detenidos y otro para víctimas. Ella era la de víctimas, pero estaba de vacaciones. Que el Doctor Siniestro (no se llama así, pero así lo recuerdo) era el encargado de revisarnos a todos y que no entendía porque nos tenía esperando. Ella había estado trabajando en el hospital ¿cuál? pasó a su ¿consultorio, oficina, cubículo? a adelantar trabajo pendiente que tenía, sonó el teléfono y colgaron, no le dio importancia, pero después llegaron todas las víctimas que necesitaban atención. Su sospecha es que se aseguraron que había alguien en la oficina antes de mandarnos con ella. ¿Qué pensaba el Doctor Siniestro? Tal vez que no tenía que atendernos él si eramos víctimas, que él sólo revisa a detenidos. ¿Qué pensaban los Ministerios Públicos? No es mi pedo, yo sólo espero el reporte del médico. ¿Qué pensaban las víctimas? ¿Vale la pena acudir a la Fiscalía?
Cuando por fin salí del médico legista eran las aproximadamente 9:40 de la noche.
Dos puntadas y poco más de diez horas después por fin había puesto mi denuncia.
Tres reflexiones me quedan de este proceso.
Una, en más de una ocasión he dicho que hay que utilizar las instituciones y en esta ocasión así lo hice, fue tardado y confuso. Todos fueron amables, menos el Doctor Siniestro. Aun así fue muy tedioso y largo.
Dos, creo que actué de la mejor manera. Bueno tal vez la mejor manera hubiera sido dejar que el señor se pusiera sobre la línea peatonal, total a nadie importa respetar a los peatones y yo mismo estaba violando el reglamento de tránsito al ir en bicicleta por la banqueta. Pero las diferencias no se arreglan a golpes. A mis hijos les he enseñado que ante conflictos con otros infantes, primero dialoguen con ellos, luego soliciten la intervención de la autoridad correspondiente, luego que soliciten nuevamente la intervención de la autoridad advirtiendo que de no hacerlo actuaran por su cuenta, al final si después de esos tres pasos no se obtiene nada, se le debe poner un alto al agresor tan contundente que nunca más haya un problema de nuevo. Es lo que hice, hablé con quien tenía el conflicto y luego pedí a la autoridad que interviniera. ¿Por qué no respondí? Se supone que llevo años entrenando para defender mi integridad. No lo sé, no pensé que se atreviera a golpearme por algo tan absurdo, no me sentí amenazado, me congelé (no tanto, evite dos golpes y sólo conectó uno). De haber respondido, no hubiera sido yo la víctima de la agresión y tal vez ahora estaría preso también. ¿Estuvo en riesgo mi vida? No, eso no pasó.
Tres, mi experiencia fue larga, muy larga, para un problema tan simple. ¿Qué pasa en casos de violencia familiar, en violaciones, en casos de lesiones más graves? ¿Qué pasa cuando el comandante no es amable y está dispuesto a hacer su labor sino es uno que quiere asustar a jóvenes y les ofende, sin permitirles comunicarse con sus familias? ¿Qué pasa cuando alguien para poner una denuncia tiene que perder dos o más días de trabajo? ¿Sólo eran dos puntos pero porque nunca me dieron atención médica? ¿Por qué parte de la intervención se dio en el estacionamiento acaso no hay instalaciones adecuadas?
Esta última situación me hace pensar que no importa que tan buena o mala voluntad exista, la impunidad que se mantiene en el estado, también es debida a que interactuar con las instituciones que canalizan la investigación de los delitos es muy complicado. Un agente decía que poca gente regresa a ratificar denuncias, en lo que estuve ahí de cuatro personas una optó por no esperar más al médico legista. Yo recibí toda ayuda posible, pero a los jóvenes que descubrieron expresando su cariño no les permitieron ni hablar con sus familias.
Muchas cosas no están funcionando y se deben corregir. Desde la idea de suponer que una diferencia se arregla a golpes, hasta ser ignorado por el médico legista o no recibir atención médica, ignorarlo, no nos ayudara, ignorarlo sólo nos hace cómplices de la impunidad.
Nota: El presente texto fue publicado originalmente en http://arrobajuarez.com
JuárezDialoga ha invitado a Hernán Ortiz III para colaborar por su trayectoria académica y participación en la Sociedad Civil Organizada. Hernán es profesor en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). También, colaboró en la Organización Popular Independiente (OPI) y en el Consejo Ciudadano por el Desarrollo Social (CCDS). Actualmente dirige la organización civil Ciudadanos por una Mejor Administración Pública (CIMAP) conformada por un grupo de ciudadanos que trabajan por tener una mejor ciudad al proponer a las autoridades, mecanismos para mejorar la administración pública.