“Evangelio” es un enorme proyecto que debe ir tomando forma dentro de la historia humana. La conocida palabra significa “una excelentemente buena noticia” que debe ser construida día a día. En el caso del cristianismo, la construcción de la excelentemente buena noticia lleva, creo que no con muy buena fortuna hasta hoy, alrededor de dos milenios. Hace falta hacer mucho aun, sobre todo cuando se presentan fenómenos novedosos que provocan polémica.
Hay muchas personas que se oponen al matrimonio entre personas del mismo sexo, basadas en sus convicciones bíblicas y en una supuesta “Ley natural”. No leen a fondo la Biblia, por más que ésa sea la invitación en el cerro juarense, que contradice al reglamento municipal de ecología y al Estado laico mexicano. Leen lo que quieren leer, entresacando frases y descontextualizándolas.
La Biblia es una serie de textos muy antiguos, de más de 2 000 años, cuyos autores vivieron en contextos muy diferentes al nuestro y fueron escritos para grupos humanos también muy distintos a nosotros. Si eso no fuera suficientemente problemático, el lenguaje usado es hebreo antiguo, arameo y griego clásico. No se cuenta con un solo documento original, sino con copias de copias y solamente se puede tener acceso a traducciones de dudosa calidad.
Suponer que se puede recurrir a la Biblia para justificar una postura discriminatoria (postura que antes de la polémica que ya ha sido tomada por cada una de esas personas) es casi ridículo. La mayoría no han leído siquiera alguna de las muchas versiones que se pueden tener a mano. Mucho menos han leído otros muchos textos también importantes.
Detrás de la postura de quienes se oponen al matrimonio igualitario está un cierto tipo de cristianismo. Uno que viene de los fariseos (preocupación por la ley), que se ha colado furtivamente hasta nuestros días y de la cultura de los romanos (preocupación por el orden conocido), que también se ha colado en nuestra cultura. Es un cristianismo particular, que tiene muchos seguidores.
En ese mencionado cristianismo, los seguidores no se preocupan en los seres humanos reales, con una opción preferencial por quienes han sido tradicionalmente marginados, como es el meollo del cristianismo original. Es un cristianismo de formalismos, de posturas pagadas de sí mismas, que a quienes lo siguen les dan aires de ser parte de los “salvos”, de los “renovados”; no es un cristianismo de compromisos de vida y de auténtica conversión, sino una ideología de posturas conservadoras, antihumanas y anticristianas.
Hay un personaje central en la Biblia cristiana, llamada Nuevo Testamento, que según éste es “Piedra de escándalo”. Es Jesús, quien toma partido por los seres humanos y por su felicidad aquí en esta vida, de manera especial por los marginados por la sociedad. Este personaje central también ha sido traicionado por muchos cristianismos. Han olvidado su compromiso con los pobres, con los discriminados y se han ocupado de colocarse “en los primeros lugares” y “de ser vistos en las plazas”.
De acuerdo a los evangelios, Jesús fue duramente criticado precisamente por su compromiso con las personas socialmente reprobadas. Por aquellas personas que sufrían la marginación de parte de la “gente de bien”, de la “gente nice” de su época; de los que vivían cómodamente en lo económico y en lo social, de los líderes políticos y religiosos, de los que asistían regularmente al templo. En una palabra, de la gente bonita de su tiempo.
La ley natural no pasa de ser un invento medieval. En este momento hay quienes “adoran la hechura de sus manos”, un ídolo al que llaman “Ley natural” para colocarse en una supuesta superioridad moral. Se colocan en el lugar de quien juzga y quieren condenar a todas y a todos a casarse, como si fueran jueces morales, con quien ellos escojan, sin aceptar que cada ser humano, en lo individual, puede decidir si casarse o no, y con quién hacerlo en caso de decidirse por el sí.
Quienes se oponen hoy a que las personas –todas- puedan elegir con quién casarse, son quienes colocan una ley caduca por encima de los avances en materia de derechos humanos. Son los actuales fariseos que desde hace 2 000 años ha condenado el proyecto de Jesús: “ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas, que…” y sigue condenando, a través de “los signos de los tiempos”.
Se siguen aferrando a una cierta ley, a una pretensión de superioridad y asiéndose a esa ley y a sus pretensiones, pierden el rumbo. Al perder el rumbo, han perdido a Jesús y su proyecto humanizador. Ya no son, propiamente, cristianos, sino anticristianos. Ya no son el Cristo encarnado otra vez, sino una encarnación del Anticristo apocalíptico.
¿Tienen derecho esas personas de traicionar la idea fundacional del cristianismo?, ¿Tienen derecho a formar sus iglesias a su modo y pretendida conveniencia? ¿Tienen derecho a negar los derechos que quieran, dentro de sus organizaciones, a quienes quieran?. Mientras la adhesión a las iglesias siga siendo voluntaria, tienen derecho a todo eso y más. A lo que no tienen derecho es a incidir en las leyes civiles.
Las leyes no solamente obligan a ciertos grupos, sino a todos. Esa es la razón por la que la separación entre Estado e Iglesia no solamente no debe ser anulada, sino fortalecida, para que cada quien tome sus propias decisiones sin otra limitante que la ley civil y penal.
Olvidan (no puedo decir que convenientemente porque olvidar no conviene a nadie, ni a esas personas) que lo que se discute en este momento, en Chihuahua y en otras entidades del país, no es una prescripción religiosa, sino la definición de un contrato social. O tal vez no. Tal vez tramposamente no olvidan, sino solamente pretenden olvidar para manipular los miedos ancestrales de mucha gente, que mucho les ha redituado, pero el avance de los derechos de las personas, como auténtico Evangelio, va a seguir, a su pesar.
JuárezDialoga invita a Efraín Rodríguez a participar como articulista por su compromiso con la sociedad de Ciudad Juárez. Efraín es maestro en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y entre otros, ha incursionado desde hace muchos años en los medios de comunicación participando en una variedad de temas, pero sobre todo, para desde su profesión como sexólogo promover la aceptación de la diversidad sexual.