Llegó como un amanecer de alegría, para terminar la larga noche del cautiverio. Pero 44 años después del inicio del movimiento de liberación homosexual, debemos enfrentar el hecho trágico de que las lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transgéneros y transexuales (LGBT) aún no son libres. Cuarenta y cuatro años después, la vida de las personas LGBT está todavía minada por los grilletes de la discriminación. Cuarenta y cuatro años después, las personas LGBT viven en una solitaria isla de discriminación, en medio de un vasto océano de oportunidades y derechos. Cuarenta y cuatro años después, las personas LGBT todavía, languidecen en los rincones de la sociedad mexicana y se encuentran a sí mismas, exiliadas en su propia tierra (1).
Este no es tiempo para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación, hacia el iluminado camino de la justicia racial. Ahora es el tiempo de elevar nuestra nación de las arenas movedizas de la injusticia por la homo-lesbo-bi-transfobia hacia la sólida roca de la hermandad. Ahora es el tiempo de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento. Este sofocante verano del legítimo descontento de las personas LGBT, no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. Estos últimos años, no son un fin, sino un principio. Aquellos que piensan que las personas LGBT sólo necesitan evacuar sus frustraciones y que ahora permanecerán contentas, tendrán un rudo despertar, si la nación regresa a su rutina (1).
Nuestra lucha es contra adversidades reales, y no imaginarias, básicamente, luchamos contra varios elementos que caracterizan la vida en México y que están reforzados por la legislación. Estos elementos son la lesbofobia, la homofobia, la bifobia y la transfobia. México es uno de los países más ricos de América Latina, y podría ser uno de los países más ricos del mundo. Pero es una tierra de extraordinarios contrastes. Las personas heterosexuales disfrutan del que probablemente, sea el nivel de vida con más derechos, mientras que las personas LGBT viven la constante restricción de sus derechos. El rechazo a su orientación sexual, puede conllevarles a la enfermedad e incluso a la muerte. Claros ejemplos son el VIH o los problemas de salud mental, situaciones con marcada desventaja en la población LGBT (2).
El Gobierno, de manera sistemática, ha obstaculizado a las personas no heterosexuales, en su búsqueda de educación. Hay una educación obligatoria para todos los niños heterosexuales, sin casi ningún condicionamiento para los padres, ya sean éstos, ricos o pobres. La niñez LGBT, sin embargo, por lo general tienen que someterse por parte de las autoridades escolares o de sus compañeros de clase, a humillaciones, condicionamientos e inclusive la expulsión, por causa de su orientación sexual (el ejemplo más representativo: la niñez transgénero). No nos quejamos de no tener las mismas oportunidades en comparación con gente de otros países, sino, de la desigualdad en comparación con las personas heterosexuales de nuestro propio país, y de que la legislación impide que cambiemos este desequilibrio (2).
La falta de dignidad humana experimentada por las personas LGBT es una consecuencia directa de la política de la supremacía heterosexual. La supremacía heterosexual implica la inferioridad de toda persona no heterosexual. La legislación diseñada para mantener la supremacía de los heterosexuales refuerza esta idea. Claro ejemplo, se observa, en las labores que generalmente son las únicas opciones para la población trans, como lo son; el estilismo y/o el trabajo sexual. Cuando hay una persona LGBT en un grupo, por lo general habrá personas o persona que les discrimine, por el hecho de su orientación sexual, menoscabando sus capacidades para realizar actividades cotidianas como el trabajo. Debido a esta clase de actitud, algunas personas heterosexuales tienden a considerar a las personas LGBT como una estirpe diferente. No los consideran personas con familias propias; no se dan cuenta de que tienen emociones y de que se enamoran igual que los heterosexuales; de que quieren estar con sus mujeres u hombres y sus hijos al igual que los heterosexuales quieren estar con los suyos; de que quieren ganar suficiente dinero para mantener a sus familias como es debido, alimentarlas, vestirlas así como el enviarlas al colegio (2).
Las leyes actuales, que tratándose, de los derechos como el matrimonio, la vivienda, la educación, la salud, entre otros, hacen que cualquier persona LGBT esté sometida a la discriminación del Estado y de la sociedad en todo momento. Dudo que exista una mayoría entre las personas LGBT que no haya tenido un roce con alguna autoridad o con algún particular por su pase, por causa de su orientación sexual. Cientos, de personas LGBT son encarceladas cada año, conforme a las leyes discriminatorias, como lo son algunos Bandos de Policía y Buen Gobierno en los municipios (2).
Y aún peor es el hecho de que las leyes no permitan el matrimonio igualitario, y lleven a la ruptura de la vida familiar con la sociedad. La discriminación y la ruptura de la familia con la sociedad tienen efectos secundarios, por ejemplo, cuando los niños son discriminados en su escuela, algunas veces son expulsados u otras, reciben burlas y humillaciones por parte de sus compañeros de clase por tener dos papás o dos mamás. Esto conduce a una ruptura de las normas morales, a un incremento alarmante de la ilegitimidad y a la violencia, que surge no solo en el ámbito político, sino en todas partes (2).
Las personas LGBT quieren que se les trate de manera igual. Las personas LGBT quieren realizar un trabajo que sean capaces de realizar, y no un trabajo que el Gobierno declare que son capaces de realizar. Las personas LGBT quieren que se les permita vivir donde puedan conseguir trabajo, y que no se les expulse de una zona porque no son heterosexuales. Las personas LGBT quieren formar parte de la población general, y que no se les confine en sus propios guetos (2).
Las personas LGBT quieren que su familia se desarrolle plenamente y de manera libre, y que no se les obligue a llevar una vida de ocultamiento. Las mujeres transgénero quieren caminar libremente con su atuendo predilecto, sin que sean molestadas por la calle, las mujeres lesbianas desean poder tener servicios de salud libres de machismo y lesbofobia, los hombres gay quieren salir a la calle, sin el miedo de que su vida sea arrebatada por alguna persona homofóbica, las personas bisexuales desean que se respete su atracción hacia ambos sexos sin prejuicio alguno. Las personas LGBT sólo quieren una parte equitativa de todo México; quieren seguridad y participar en la sociedad (2).
Por encima de todo, queremos los mismos derechos políticos, porque sin ellos nuestras desventajas serán permanentes. Sé que esto les parecerá revolucionario a ciertas personas heterosexuales de este país, porque las ideas en contra de la no heterosexualidad están arraigadas en lo más profundo de nuestra cultura, pero no se puede permitir que este temor se interponga en el camino de la única solución que garantizará la armonía y la libertad para todos. No es cierto que la igualdad en derechos a todo el mundo provocará una dominación LGBT. La división política, basada en la orientación sexual, es totalmente artificial y, cuando desaparezca, también lo hará el dominio de un grupo sobre otro (2).
Yo tengo el sueño de que un día en las desérticas tierras del norte, los hijos de los heterosexuales y los hijos de las personas LGBT serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Yo tengo el sueño de que un día incluso, el estado de Guanajuato, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia (1).
Yo tengo el sueño de que mi futuro hijo adoptivo, vivirá un día en una nación donde no será juzgado por la orientación sexual de su padre, sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo el sueño de que un día, en México, con sus asesinos transfóbicos despiadados, con gobernadores cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día aquí mismo en México, pequeños niños y pequeñas niñas LGBT serán capaces de unir sus manos con pequeños niños y niñas heterosexuales como hermanos y hermanas. ¡Yo tengo un sueño hoy! (1).
Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados. Esta es nuestra esperanza. Con esta fe seremos capaces de esculpir en la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres (1).
Y si México va a convertirse en una gran nación, esto debe convertirse en realidad. Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día en que todos los hijos de Dios, heterosexuales y no heterosexuales, judíos y cristianos, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo espiritual: ‘¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos libres!’ (1).
Quizás este escrito para algunas personas les sea familiar, y es que quizás le hayan encontrado semejanza con otros y para sorpresa de muchas personas que quizás no estuvieron de acuerdo en lo absoluto con el mensaje de este discurso, es que efectivamente éste ha sido construido de dos escritos, que han marcado historia por su contenido y por haber sido creados por personajes grandemente admirados a nivel mundial.
Los discursos base para la construcción del anterior escrito, fueron el discurso “Tengo un sueño” de Martin Luther King pronunciado el 28 de agosto de 1963 en Washington, D.C. y el discurso de Nelson Mandela que pronunció desde el banquillo en el Juicio de Rivonia, el 20 de abril de 1964 ante el Tribunal Supremo de Pretoria. A pesar de la conjunción de los discursos y el cambio del tema del racismo, por el de la discriminación por orientación sexual, el objetivo de ambos queda intacto: evidenciar la desigualdad social de los grupos a causa de una condición personal.
Las practicas discriminatorias son aprendidas del entorno en el que las personas crecen y desarrollan. La familia, la escuela o los medios de comunicación, son algunos de los ejemplos de las fuentes donde se adquieren o aprenden dichas practicas. Estas practicas son fomentadas por grupos dominantes y posteriormente, se reproducirá el statu quo adoptando esas ideologías dominantes que las legitiman. Esas prácticas traducidas en discursos, tanto en la forma oral o escrita, ayudarán a la reproducción de los prejuicios, las ideologías y la discriminación de los <<Otros>> (3).
Van Dijk (2007) propone los principios generales que organizan al discurso racista, el cual puede ser aplicado perfectamente para el caso de discriminación por orientación sexual:
- Enfatizar lo positivo del Nosotros.
- Enfatizar lo negativo del Ellos.
- Desenfatizar lo positivo del Ellos.
- Desenfatizar lo negativo del Nosotros.
Aplicando entonces estos principios generales, observaremos que el discurso oral y escrito de esta ideología, remarcará los temas negativos de los <<Otros>> por encima de los negativos de los <<Nosotros>>.
Sin duda, grandes lecciones nos deja la lucha contra el racismo. Una de ellas es que llevará aún más años conquistar por completo el terreno de la desigualdad para convertir a México en un país equitativo. Otra lección y de las más importantes, es que la unidad en pro de la defensa de los derechos de las poblaciones más afectadas por estás ideologías, será uno de los factores más importantes en la construcción de una sociedad incluyente y finalmente, una lección con dos preguntas que invitan a reflexionar a las personas que discriminan por causa de la orientación sexual: ¿Rechazarían el discurso y lucha de Luther King o Mandela?… entonces ¿Por qué rechazan el discurso y lucha de la población LGBT, siendo el mismo fin que los anteriores querían alcanzar?
Literatura citada
1. Luther King M. Tengo un sueño. El discurso de Martin Luther King [Internet]. 1963 [cited 2014 Apr 9]. Available from: http://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/martin-luther-king/texto-integro.html
2. Mandela N. Discurso de Nelson Mandela desde el banquillo en el Juicio de Rivonia, el 20 de abril de 1964 ante el Tribunal Supremo de Pretoria. [Internet]. 1964 [cited 2014 Apr 9]. Available from: http://www.segre.com/fileadmin/multimedia/Documents/Discurs_NMandela_1964.pdf
3. Van Dijk T. Racismo y discurso en América Latina: una introducción. Discurso y racismo en América Latina. España: Gedisa; 2007. p. 21–34.
Juárez Dialoga ha invitado a Juan Carlos Mendoza por su trabajo como activista comprometido con la sociedad y particularmente con Ciudad Juárez. Juan Carlos es biólogo, epidemiólogo y estudiante del Doctorado en Ciencias en Salud Colectiva. También es activista social en materia de VIH, diversidad sexual y derechos humanos. Ha colaborado en organizaciones locales como Programa Compañeros A.C. y actualmente es uno de los coordinadores de la Red Nacional de Jóvenes Activistas LGBTIQ.