Se han producido cuarenta mil muertes violentas en México desde 2007. Hay cerca
de trescientosmil emigrados. Cientos de miles de negocios clausurados y de casas
abandonadas.Terror generalizado por el incremento de los crímenes como el secuestro,
las extorsiones, los robos. Hay que partir de estos hechos, fríos, irreductibles,
mencionados una y otra vez, hasta la saciedad. El dolor que han causado no se
puede cuantificar, pero se advierte. Está presente en los gritos desgarradores
de las madres, los padres, los hijos, los hermanos, los maridos y esposas. Uno
de ellos es Javier Sicilia. Le mataron a un hijo en Cuernavaca y le arrancaron
parte del corazón. Con la congoja a cuestas llamó a poner un alto a la
violencia. “Estamos hasta la madre”, se convirtió en un grito de desesperación,
pero también de combate, para cientos de miles que se unieron o respondieron de
incontables formas a la campanada del poeta y periodista. Varios cientos recorrieron
con él miles de kilómetros por media República y llegaron al epicentro del
dolor, Ciudad Juárez con sus más de ocho mil muertes, la quinta parte del
total. Aquí, otras manifestaciones numerosas le han antecedido –a contrapelo de
informes descuidados de periodistas nacionales “nunca se habían juntado más de
trescientos”-, junto con acciones de protesta realizadas por variados sectores:
médicos, estudiantes, comerciantes. Análisis, libros, testimonios, caminatas
semanarias, marchas, protestas en las oficinas públicas, acciones de
autodefensa. En realidad, casi nada ha quedado por hacerse.
Cerca de la medianoche del 10 de junio –en otro aniversario doloroso, el del crimen
perpetrado contra los estudiantes en 1971- al pie del monumento a Benito Juárez,
se firmó al Pacto Ciudadano para poner fin a la violencia. Un joven participante en
las mesas detrabajo realizadas en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, recordó
que hace cien años se firmó otro pacto en la misma ciudad entre las fuerzas
revolucionarias y el gobierno de Porfirio Díaz que puso fin a la dictadura. Enlazó
ambos acontecimientos, para colegir que el que se signaría por la noche debería
ser el principio del fin de esta pesadilla nacional cegadora de la vida de
jóvenes sobre todo y causante de sufrimiento por dondequiera que pasa.
Esperemos que su voz sea de profeta y que este llamamiento ponga en pié a las
fuerzas sociales que pueden transformar a México y por lo pronto, devolverle la
paz.
En el documento aprobado finalmente, se exigen cuentas y responsabilidades al gobierno.
Algunos han objetado tales reclamos, arguyendo que los culpables de la violencia son
los criminales. Pero, ¿A éstos que se les puede pedir? ¿Qué se conmuevan y dejen de
derramar sangre? Y luego ¿Dónde están?. No. Fuera de los sectarios, -que van contra los
intereses de la sociedad y de la patria, aferrándose a los colores de sus partidos,
a los cuales pertenecen el presidente de la República, los gobernadores o los
presidentes municipales- el resto tenemos meridianamente claro que en toda
sociedad regida por leyes y por un Estado, éste es encargado de garantizar la
paz y de proteger la vida y patrimonio de los gobernados. Para eso se le han
confiado cuantiosos recursos públicos, armamentos sofisticados, salarios. Y,
¿Cómo no exigir responsabilidades?, si “En 2007, el año previo al inicio del Operativo
Conjunto Chihuahua, hubo 469 homicidios dolosos en todo el estado; en 2010,
cinco mil 212. El operativo también ha significado que en tres años el número total de
delitos se dispare de 34 mil a 66 mil, que el robo de vehículos se eleve en un 224%,
que el número de secuestros denunciados se eleve de 21 a 190 anuales”, según lo asienta
el Pronunciamiento de las organizaciones de la capital y del medio rural en el
estado de Chihuahua. Con vistas a estos números, ¿Cómo no asociar el ascenso de
la criminalidad a la política del gobierno federal, apoyada y aplaudida por los
estatales?. ¿Cómo ignorar que en la ciudad de Monterrey se multiplicó la
violencia por diez cuando se pusieron en práctica las mismas medidas que en
Chihuahua o Tamaulipas, es decir, la actuación masiva de militares, ya sea de
la policía federal o del ejército?. ¿Cómo no entender la lógica de la demanda
que exige la retirada a sus cuarteles de estos cuerpos armados?.
El movimiento detonado por la valerosa y comprometida actitud de Javier Sicilia
ha recibido adhesiones y al mismo tiempo contribuciones en ideas, opciones, experiencias.
No podía ser de otra manera. Cuando alguien se atreve a poner el dedo en la llaga de un
problema con la magnitud del que se vive en México, todo el cuerpo social se
retuerce y al remolino que provoca, han concurrido en primer lugar los
dolientes inmediatos y directos, pero también muchos de aquellos que no desean
esperar a que la tragedia llegue a sus vidas o acabe con ellas. En el camino,
por intuición o por reflexiones previas, el grueso se ha convencido de que es
necesario modificar buena porción de las relaciones políticas, de las
instituciones públicas y de las reglas existentes. Por eso es que los temas de
las mesas de trabajo en la jornada de Ciudad Juárez, abarcaban tópicos de una
gran variedad y complejidad. Los menciono: verdad y justicia desde las
víctimas, fin de la estrategia de guerra, seguridad ciudadana con perspectiva
de los derechos humanos, corrupción e impunidad, raíz económica del crimen
organizado, alternativas para la juventud y medidas para la recuperación y
reconstrucción del tejido social, democracia participativa y representativa,
enlace y organicidad del movimiento, reformas laboral, desempleo y alternativas
económicas, derechos y cultura indígenas, migración y alternativas en el campo.
Este listado da casi para un programa político acabado, que los partidos han
sido incapaces de poner en la agenda nacional, centrados en dirimir reyertas
internas y disputas por candidaturas. En torno de cada uno de estas temáticas
se expusieron razones y propuestas, heterogéneas y provenientes de
representantes de pueblos en lucha de San Luis Potosí, Michoacán o de Chiapas,
de maestros, investigadores, organizaciones sociales de propósitos y carácter
variado. Puede que sea muy difícil encauzar una movilización social como la
desencadenada por la palabra de un hombre. Pero, es incuestionable que en estas
voces late el México altruista, solidario, el de aquellos que desean la paz, el
trabajo y las libertades.
En un documento circulado por Gustavo de la Rosa, defensor de los
derechos humanos y firmado por cuarenta y cinco residentes de Ciudad Juárez, de
diferentes clases sociales y ocupaciones, se dice: “Para nosotros los pacíficos la paz no es
un camino…¡Es el único camino!. No podemos aspirar a un mundo mejor,
esclavizando y destrozando la humanidad de los demás. Los pacíficos
queremos Justicia no venganza. Somos miles y estamos saliendo de nuestro dolor y
nuestro encierro”. Es una buena síntesis de las aspiraciones y actitudes
compartidas por millones de mexicanos.
JuárezDialoga ha invitado al profesor investigador en historia y doctor en ciencia política, Víctor Orozco, por su trayectoria académica y su solidario compromiso con la sociedad civil organizada. Víctor, actualmente es el ombudsman de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Aquí algunos de sus artículos y libros publicados:
Chihuahua Hoy 2005. Visiones de su historia, economía, política y cultura. UACJ-Instituto Chihuahuense de Cultura, 2005. Coordinador general de la obra colectiva.
Chihuahua Hoy 2006. Visiones de su historia, economía, política y cultura. UACJ-Instituto Chihuahuense de Cultura, 2006. Coordinador general de la obra colectiva.
Una narración histórica: los primeros cien años en las relaciones Juárez-El Paso. Chihuahua Hoy 2007, UACJ-Instituto Chihuahuense de Cultura, 2007.
Chihuahua Hoy 2007. Visiones de su historia, economía, política y cultura. UACJ-Instituto Chihuahuense de Cultura, 2007. Coordinador general de la obra colectiva.
La guerrilla chihuahuense de los años sesenta, (Colectivo, coordinado por Verónica Oikión Solano y Marta Eugenia García Ugarte), El Colegio de Michoacán, 2006.
El Estado de Chihuahua en el parto de la nación. Del comienzo de la Independencia al de las Guerras Indias: 1810-1831. Editorial Plaza y Valdés, 2007.