Yo no sé, ni quiero
de las razones
que dan derecho a matar
pero deben serlo
porque el que muere
no vive más, no vive más.
Mecano
Nos alcanzó el segundo año de la desaparición de los 43. Hace unos días devoré cuanta publicación concerniente al caso encontré. Leí con desánimo, por momentos abrumada, pero siempre con la firme idea de que la verdad está frente a nuestros ojos. La información no me sirve gran cosa. Parece no haber avance, solo mentiras y verdades a medias. Mi indignación no alcanza, las palabras son insuficientes.
Desde hace dos años ha sido desconcertante leer y escuchar reclamos absurdos que parecen formulados por personas dementes, por ejemplo: ¿Por qué hacer una Antología poética por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y no para las Muertas de Juárez? ¿Por qué para ellos se realiza un “antimonumento” y para las mujeres violentadas, no? ¡Yo no soy Ayotzinapa! gritaron un grupo de mujeres en notorio estado alterado de consciencia durante la Marcha Nacional convocada Contra las Violencias Machistas el 24 de abril del presente año, bajo el grito de guerra #VivasNosQueremos. Su indignación las llevó a pintar “un pedazo de metal”, olvidando que fue erigido por mujeres, como ellas, que sufren y claman por justicia para encontrar a sus hijos desaparecidos. Desaparecidos al igual que las desaparecidas del mundo. ¿Por qué habremos de precisar y hacer distingos entre la “O” o la “A”? Ningún muerto es más importante ni menos importante que otro. Se condena el hecho, se exige justicia. Así debería ser, así deberíamos aprenderlo: exigir justicia sin distinción de género. Parece que la indignación hace desvariar el sentido de la justicia. Parece que se ha creado una competencia feroz por ver qué muert@ es más importante. Me queda claro que nadie da lo que no tiene. Las madres de los 43 normalistas desaparecidos, en cambio, sí se unieron en protesta contra los feminicidios sin hacer ningún tipo de distinción entre sus hijos y los ajenos, entre mujeres y hombres, reafirmando que “La lucha de la mujer, es la lucha de las madres de Ayotzinapa”. Esto me recuerda a la escritora, psiquiatra y analista jungiana Jean Shinoda Bolen, con su libro Las Diosas de Cada Mujer, en el que afirma que las diosas o arquetipos son patrones en la psique de toda mujer. Algunos arquetipos femeninos están más desarrollados que otros y son los que conforman nuestra personalidad: “Se trata de que cada mujer identifique a sus diosas dominantes, que van desde la autónoma Artemisa y la fría Atenea, hasta la nutritiva Deméter y la creativa Afrodita, pasando por Hera, diosa del matrimonio Perséfone, reina del mundo subterrráneo, o Hestia, prototipo de la mujer paciente.[…] La carencia de Artemisa, por ejemplo, es a la que le da miedo ser mujer y, en el mundo exterior, se desconecta de sus sentimientos. Esa es la causa de que muchas feministas se olviden de su parte seductora o de su capacidad nutridora y consideren al hombre como su enemigo, aunque se comporten en muchas ocasiones como él. Para que una Artemisa alcance su plenitud, ha de abrirse a las emociones y aprender a amar”. Mujeres, más compasión y menos quejas; menos competencia malsana.
Comparto el sentimiento del escritor Tryno Maldonado en su Carta abierta para no olvidar Ayotzinapa: “Si olvidamos a Ayotzinapa, esa será la arma definitiva de que como país nos hemos deshumanizado. […] Si olvidamos Ayotzinapa, estaremos condenando a nuestros activistas y periodistas a ser desaparecidos, torturados y asesinados impunemente. […] Si olvidamos Ayotzinapa, si olvidamos ese horror obsceno -en su acepción original: lo que nunca debió entrar a escena-, ¿seremos dignos como mexicanos y mexicanas de considerar que conservamos una cuota mínima de humanidad, un mínimo de empatía, un mínimo de valor en nuestros corazones? […] Si olvidamos hoy Ayotzinapa, las generaciones futuras hablarán de un país que solía llamarse México y cuyos habitantes lo dejaron desangrar hasta morir por no tener los arrestos suficientes para sacarlo del secuestro de décadas en que lo mantuvo una pandilla de criminales con licencia; por no tener el valor no sólo de decir “Ya basta” sino de reunir el coraje para ser consecuentes con esa indignación y esa rabia […]”.
… Y esa rabia no funciona cuando se dispara en contra de los ideales de los otros. Porque el 27 de septiembre y el 2 de octubre no se olvidan. Porque la verdad siempre ha estado frente a nuestros ojos. Nos resta exigir justicia hasta el final. Que aparezcan vivos o muertos.
JuárezDialoga ha invitado a colaborar a Consuelo Sáenz. Consuelo, dice de sí misma: Mi formación es la sociología. Realicé la maestría en Educación, Investigación y Docencia, por puro capricho. Mi pasión: el género biográfico y la entrevista. Actualmente colaboro para los portales de cultura y periodismo literario Rancho las voces y La libreta de Irma. Escribo, experimento y publico donde me dejen. Abrí mi blog por consejo de Cesar Silva Márquez y de Sanjuana Martínez (el primero me lo sugirió por ironía y la segunda por verdadera camaradería), ambos tenían razón: escribir sin autorización de nadie. Arrieros somos y en el camino andamos.