En la entrega pasado dijimos que el vivir en conjunto nos traía cosas buenas y que por ello debíamos obedecer a cierta autoridad aunque no a cualquiera. Así como la posibilidad de rebelarse pero con causa. Todo esto para seguir hablando de lo sabroso que es la política que a la vez es el ser humano entre otros seres humanos, haciendo humanidad, “humaniando” pues. Recordemos que lo dicho aquí se basa en el libro “Política para Amador”, de Fernando Savater.
¿Por qué a través de la Historia los muchos obedecen a los pocos, o incluso a sólo a una persona si no es más fuerte que dos o cinco? Si es por sus guardias, ¿por qué los guardias lo obedecen? Si es por dinero, ¿por qué los guardias que tienen más fuerza no se lo roban todo? Porque esos pocos o esa única persona tiene rasgos superiores a cualquier humano. Algunos eran disque tocados o elegidos por algún Dios, e incluso se nombraban dioses.
Y eso era lo que queríamos, un ser superior para poder arrodillarnos. Incluso hoy vemos a unos cuantos como lo más wow de lo wow y decimos “por ese, la neta todo”. La cosa cambió cuando llegaron los griegos con su lindura de invención llamada democracia.
Para los griegos “de todas las cosas dignas de admiración que hay en el mundo, ninguna tan admirable como el hombre”, según lo escrito por Sófocles. Es decir la naturaleza estaba chida pero lo más acá de lo más acá era el ser humano.
Lo que llevó al reconocimiento de iguales pero sin ser lo mismo. Es decir, todos los humanos eran libres, sabían razonar, hablar, discutir, elegir, inventar, pero había algunos fuertes pero cobardes, o débiles pero valientes, etcétera.
Así se inventaron las competencias deportivas, por ejemplo, donde pese a ser todos iguales, cada quien era el mejor en algo y era digno de admiración pero sin perder nunca la facultad de verse a los ojos y competir con el otro, ya que nadie puede declararse vencedor si no está el otro.
Tanta fue la admiración del humano que incluso se inventó el teatro para hablar de los vicios, las pasiones y debilidades humanas, donde otra vez se iba a lo más oscurito y tenebroso que teníamos para reírse o asombrarse de ello. Incluso el teatro era un instrumento de reflexión democrática pues el individuo más allá de los dioses o de la naturaleza debía primero gobernarse así mismo.
Con toda esta libertad y conocimiento del otro nació esa obra de arte que es la democracia. Y nació con una de las grandes paradojas que aún hoy está presente: si conocemos más gente tonta que sabia; más gente que ignora y menos que conoce; si muchas personas todavía se dejan llevar por esa visión de un gobernante-Dios (o gobernante muñeco esposo de Barbie); o hay personas que se venden bajo el clásico pan y circo; ¿cómo se le da valor a la decisión de la mayoría?
Repito ahí está lo sabroso. Sin embargo no nos vayamos por la fácil de decir, pues mejor nada, que alguien elija para que no haya broncas y todo sea paz. Ya que “esa paz” y falta de conflictos sólo se ven en regímenes totalitarios que no dejan que ni una paloma haga de las suyas bajo los techos. Ahí todo está controlado y se hace lo que dice el único jefe supremo.
Si quiere más información de esto sólo hay que ver cómo se maneja cierto partido revolucionario institucional donde el “dedazo” del jefe en turno elige quién va ser quién y todos se disciplinan porque si no van pa´ fuera. Así les han funcionado y así seguirán. Eso de ser democráticos no va con el PRI, es mucho rollo. Y no se vaya muy lejos, piense usted en cómo el gobernador Duarte tiene todo el control de Chihuahua como todo un emperador elegido por Dios, incluyendo nuestro juaritos.
En ese invento cada quien tenía el derecho de elegir, de acertar o engañarse a sí mismo, de ser responsable –aunque sea una mínima parte- de los éxitos y los desastre de la comunidad. Era como en verdad estar vivo y en movimiento.
Y bueno, lo que ha pasado con esta invención de los griegos que nos ha definido tanto lo dejamos para la otra, que es suficiente por hoy. (Continuará)
Gracias por leerme,
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JuárezDialoga ha invitado a Michell Vázquez por su compromiso con quienes viven en Ciudad Juárez. Es estudiante de Literatura de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, y trabaja como profesor de secundaria. Escribe cuento, y también realiza un videoblog en you tube titulado Wachate Fany!, dedicado a fomentar la lectura. Fue columnista del periódico Norte por 4 años. Quiere y cuida a su perro Milo.