Con cierta frecuencia se dice, desde una mirada adultocéntrica, discriminadora y devaluadora, que “hasta la palabra lo dice, adolescencia, adolescente, que adolece” y se escucha y se repite sin cuestionar si lo dicho es verdadero o es una desafortunada frase más, entre otras muchas. Haciendo una breve revisión podemos demostrar que las personas adolescentes, ellos y ellas, no adolecen de nada.
Adolescencia no viene de adolecer. Bastaría con revisar la ortografía. No es “adolecencia” (de dolencia y de carencia), sino adolescencia. Por supuesto que la ortografía sirve para mucho más que para escribir correctamente. También sirve para no repetir sandeces como la que nos ocupa y que este autor le ha escuchado a muchas personas, hasta a profesores y profesoras de todo nivel, incluido el superior.
El término adolescencia comenzó a ser utilizado en castellano hacia el siglo XV. Para crear la palabra se usó el verbo latino dolescere, que significa crecer, en participio activo: adolescens-adolescentis, que quiere decir “el que crece”. Es conveniente saber que el participio pasivo del mismo verbo es adultum, que significa el que ya creció, el crecido, adulto. De adolescentis nació el término castellano adolescente.
La palabra adolecer tiene un origen filológico bastante diferente, viene del verbo latino dolere, que significa doler. Del verbo dolere sí se deriva adolecer, sin la letra s antes de la c. Es una sola letra la diferencia ortográfica, pero no es una cuestión menor. De doler a crecer hay una gran distancia, aunque crecer a veces duele, si hacemos caso al concepto de Platón.
Aparte de las etimologías, atendiendo a Piaget, las y los adolescentes son personas que han alcanzado un desarrollo en su capacidad mental suficiente para lograr pensamientos abstractos, que es la etapa superior del pensamiento, también llamada de operaciones formales, si bien la neurología actual nos dice que la maduración de la zona prefrontal, que es la más evolucionada del cerebro humano, alcanza su madurez hacia el final de la etapa de la vida que nos ocupa.
Es decir, las personas adolescentes son gente en etapas avanzadas de su crecimiento, cercanas a alcanzar la adultez mental y neurológica, son capaces y deben participar en las decisiones relacionadas con sus vidas y sus personas, de acuerdo a los artículos I, fracción I y 2, fracción II de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
También las y los adolescentes son personas biológicamente fecundas y muchas de ellas con vida sexual activa, lo que tiene de cabeza a profesores, profesoras y sobre todo a madres y padres de familia, quienes no saben qué hacer para ayudarles a evitar embarazos no planeados e infecciones de transmisión sexual en estudiantes e hijos e hijas.
Seguramente muchos de los problemas actuales están relacionados con que hemos caído, como sociedad, en una infantilización y una devaluación de la población adolescente. La clase media (la más dada a los programas y revistas comerciales, la más telenovelera y seguidora de modas pasajeras), más que otras clases sociales, cree que es lindo llamarle “niño” o “niña” a las personas jóvenes y, ya de paso, llamarle “joven” a gente con muchos años vividos.
Las y los adolescentes tienen, entre otras, capacidades sexuales, reproductivas, mentales. Lo que no tienen es un lugar en la sociedad. Con la complejidad traída por el actual sistema de producción no es fácil que se integren a la vida laboral. Sospecho que esa infantilización promovida por las modas tiene como objetivo evitar, en la fantasía, los problemas que hemos creado socialmente a la población adolescente porque los hemos expulsado desde hace tiempo de su lugar social, y les hemos negado sus derechos.
La solución a sus problemas debe ser de fondo. Es necesario reconocerles sus capacidades, su dignidad como personas y analizar su situación con ellas y ellos como participantes activos. Si seguimos recurriendo a la negación y a la represión poco vamos a adelantar y seguiremos viendo a “niñas” y “niños” que son madres, padres y personas que crean problemas de todo tipo. Es que lo que les falta, de lo carecen es de reconocimiento.
JuárezDialoga invita al Dr. Efraín Rodríguez Ortíz a participar como articulista por su compromiso con la sociedad de Ciudad Juárez. Él es Psicoterapeuta y Sexoterapeuta, Presidente del Centro de Orientación y Asesoría Sexual, S.C. Es maestro en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y entre otros, ha incursionado desde hace muchos años en los medios de comunicación participando en una variedad de temas, pero sobre todo, para desde su profesión como sexólogo promover la aceptación de la diversidad sexual. El Dr. Efraín Rodríguez Ortiz estudió un posdoctorado en Ciencias, es doctor en Psicología, y candidato a doctor en Gerencia Pública y Política Social. Tiene un máster in human sexuality; es además maestro en Ciencias Sociales para el Diseño de Políticas Públicas, y estudió la licenciatura en psicología educativa. Si se le desea contactar se le encuentra en el teléfono 656 611 2145 en Ciudad Juárez, Chih. https://www.facebook.com/Dr Efraín Rodríguez Ortiz