Por: Jesús Vargas Valdés
De acuerdo al Reglamento interior del ICHICULT el director estaba obligado a tomar en cuenta al Comité técnico en cuanto a los apoyos que se entregaran a los proyectos individuales y colectivos, concursos y propuestas de trabajo creativo. El director y su aparato administrativo eran los que operaban en todas las actividades, ellos manejaban todos los recursos, pero antes se tenía que tomar decidir con el Comité. Podría decirse que éste era el puente entre la dirección y la comunidad de la cultura, entre los creadores de las diferentes disciplinas y oficios. En aquellos tiempos todavía no se hablaba de “Comités ciudadanos”, pero en la práctica de eso se trataba.
El Comité también estaba facultado para generar proyectos en común acuerdo con el director apoyando las iniciativas que se definían desde las reuniones en las que participaba el integrante del Comité con la gente de su disciplina, pero al primer Comité se le acabaron sus tres años en 1994 y se quedó pendiente la parte del proceso que consistía en democratizar los apoyos económicos, así como los espacios del ICHICULT. Por decirlo de alguna manera, solo alcanzó el tiempo para dejar definidos los aspectos jurídicos y faltaron los operativos. Se quedó pendiente diseñar la vía que se tenía que construir para que ICHICULT se convirtiera en una institución de puertas abiertas, de confianza y no en lo que se convirtió a la vuelta de unos años.
En 1994 se dio un nuevo relevo en la institución estatal de la cultura como consecuencia del cambio en la Dirección de Educación y Cultura, donde el ingeniero Carlos Ochoa fue removido del cargo y en su lugar se nombró al Contador Jesús Robles Villa.
Poco después se hizo lo mismo en el ICHICULT, donde se pidió la renuncia a Mario Humberto Chávez y en su lugar quedó el antropólogo Jorge Carrera, quien hasta ese momento había sido el coordinador del Comité Técnico.
El contador Jesús Robles Villa, hombre de toda la confianza del gobernador del estado, llegó a la Dirección con la encomienda de revisar a fondo la situación en educación, respecto a la funcionalidad en las escuelas, el manejo de los recursos humanos y económicos, pero especialmente lo concerniente a la relación entre la Dirección de Educación con el sindicato en asuntos como la justificación y manejo de las nuevas plazas; ubicación y número de profesores comisionados; nombramientos de funcionarios promovidos por el sindicato, etc.
Jesús Robles Villa fue una de las personas más honorables y capaces que pasaron por el gabinete del gobernador Barrio, pero llegó a cumplir con una tarea gigantesca casi solo, ni entre la base magisterial, ni entre los funcionarios disponía de un equipo de confianza que le ayudara a corregir las fallas y los vicios de una estructura que había adquirido su dinámica propia durante muchos años.
Por amistad y confianza, el brazo derecho de Jesús Robles Villa fue Edmundo Fernández, quien pasó a formar parte de la estructura de educación sin un cargo en concreto, pero en la práctica era el asesor principal y operador de muchas de las iniciativas.
En esas condiciones, un día nos invitó Edmundo a platicar a Jorge Carrera y a mí, para participar coordinadamente con el nuevo director en todo lo concerniente a las tareas de cultura.
A Edmundo Fernández yo lo había empezado a tratar en 1989 en la Comisión que se había creado para revisar la Ley de cultura, asunto al que ya me he referido anteriormente, y desde esa experiencia había encontrado que coincidíamos en muchas de las críticas que se hicieron a la ley original y también coincidíamos en algunas de las propuestas que se estaban haciendo para reformarla.
Lo que nos propuso Edmundo fue trabajar juntos. Nos expuso cuál era el panorama, nos habló del nuevo director y nos aseguró que había condiciones y plenas garantías para llevar a la práctica lo que se había propuesto en el Reglamento interno respecto al funcionamiento del Comité Técnico.
Poco después nos invitó a reunirnos con el Director de Educación, contador Jesús Robles Villa: Desde esa primera reunión me causó muy buena impresión porque lo percibí como un directivo franco y directo, nada artificial ni afectado en su trato, pero me encontré con una persona muy interesada en todo lo concerniente a la historia de Chihuahua y en todo lo relacionado con la cultura, con el arte. De ahí en adelante tuve la oportunidad de reunirme con él en varias ocasiones y a la vez que le explicaba mis opiniones también aprendí mucho de lo que él sabía y de sus razonamientos de sentido común. La mayor parte del tiempo dialogábamos sobre la historia de nuestro estado: Tomóchic, Pascual Orozco, Máximo Castillo, la toma de ciudad Juárez, Luis Terrazas y sus haciendas, el movimiento guerrillero de Ciudad Madera, etc.
En ese ambiente de apertura y de trato franco se fue gestando la llegada de Jorge Carrera al ICHICULT porque desde el principio ellos habían pensado en ofrecerle ese cargo.
Puede decirse que la llegada de Jorge Carrera al ICHICULT surgió de un interés genuino por la cultura, sin embargo él no pudo desprenderse de las posturas normales de cualquier funcionario y muy pronto se desentendió de las ideas y las propuestas del Comité Técnico y empezó a actuar como cualquier director.
Como señalaba antes, casi al mismo tiempo de que se hicieron estos cambios se cumplieron los tres años del Comité y era de esperarse que el nuevo director promoviera una nueva convocatoria amplia y democrática para el nombramiento del nuevo Comité, de hecho los integrantes salientes teníamos las atribuciones para promover esta convocatoria y no lo hicimos, la única explicación que puedo ofrecer es que los compañeros de Ciudad Juárez se encontraban inmersos en el movimiento que se estaba generando en aquella ciudad para crear el Instituto municipal de Cultura y en Chihuahua se había provocado un vacío, pues desde la renuncia de Oscar Erives había quedado vacante la comisión de teatro y con el nombramiento de Jorge quedaban solo la comisión de danza con el profesor Antonio Rubio y la de patrimonio histórico que era la mía. No obstante, con Willivaldo se sostuvo una comunicación intermitente en las nuevas condiciones, pero sin llegar a nuevas propuestas en torno al Instituto o al Comité.
A la vuelta de veinte años me pregunto ¿por qué nunca nos reunimos para tratar esta situación? ¿Por qué después de los tres primeros años en que luchamos afanosamente por la elaboración y aprobación del Reglamento interior, dejábamos al Comité técnico a la deriva? ¿Por qué nos desentendimos del nombramiento democrático del nuevo Comité? ¿Por qué nos retiramos todos del Instituto como si ya nada importara de lo que sucediera de ahí en adelante?
No tengo respuesta para ninguna de estas preguntas, pero históricamente fuimos responsables en buena medida de lo que sucedió después, es decir, que se borrara la presencia del Comité Técnico.
El Programa de trabajo del ICHICULT (1995)
En octubre de 1994 la dirección del ICHICULT entregó en una carpeta al Director de Educación el Programa de trabajo para el año 1995. Revisando este documento salta a la vista el desinterés de la nueva dirección por el Comité Técnico.
En la primera parte del documento se hace una extensa exposición introductoria bajo el título: “Chihuahua ante los retos del cambio” que empieza con un recorrido por la historia de Chihuahua, haciendo énfasis en las dos décadas anteriores, específicamente en el impacto de las maquiladoras que provocaron grandes migraciones y el crecimiento inusitado de las ciudades. Después de esa parte el autor del proyecto se hace la pregunta: ¿Por qué insistir en el estudio del cambio social como contexto para el programa de trabajo de 1995 del instituto chihuahuense de la cultura?
Luego se contesta ampliamente ofreciendo varias alternativas, sin embargo no aparece el Comité Técnico por ninguna parte, solamente se enlistan las siete manifestaciones que debe apoyar el ICHICULT, pero del Comité y lo que podría aportar no se escribe absolutamente nada. Y no queda más que decir que aquí fue donde empezó la anulación del Comité Técnico, como se verá más adelante.
Publicado en La Fragua de los Tiempos, agosto 22 de 2016. No 1164
JuárezDialoga ha invitado a Jesús Vargas Valdés por su gran compromiso con la investigación, la docencia y la historia, así como con las causas justas. Jesús es historiador y ha escrito múltiples libros relacionados con diversos temas de la historia y la política en el estado de Chihuahua. Desde 1986 publica en el periódico el Heraldo de Chihuahua La Fragua de los Tiempos.