Juan Gabriel, Juanga para los compas, Alberto Aguilera para los papeles, estuvo 4 horas frente al escenario. La invitación fue del Gobierno del Estado por el simple hecho de ser sábado, porque se terminó un mural y nos gusta festejar. Algunos muy abusados dirán que es porque las elecciones se acercan y el gobernador, César Duarte, tiene que quedar bien con la gente. Pero nada es seguro.
Lo que sí es que estos eventos le pueden salir mal. Cada vez queda más claro el hecho de que hay dos tipos de personas, ya no digamos en México, sino en Chihuahua y Juárez. Los que están en el gobierno y los demás. Pobre Juanga cuando en el concierto dijo que seamos lo que seamos, pensemos lo que pensemos, debemos estar unidos. Pobre porque su amigo César Duarte no deja que estemos unidos.
¿Por qué la gente no podía cantar “Querida” y compartir alegría con el gobernador? Se puede criticar y pensar que su gobierno puede manejarse de otra manera, pero creo que el hecho de estar frente al “Divo de Juárez” podía romper esas diferencias.
El problema está en que el gobernador padece en la enfermedad genéticamente hereditaria dentro de la clase “gobernadora”: el poder. Primero se hinchan de poder, hacen y deshacen y provocan a su alrededor un ambiente donde sólo escuchan y ven lo que quieren. Entonces para César Duarte, 138 mil personas (según cifras oficiales) están agradecidas por su buena labor para ser amigo de Juan Gabriel y poder ofrecer un concierto de asistencia libre (porque gratis no fue, de alguna parte de nuestros bolsillos salió).
Sin embargo la realidad fue otra. Cuando el ídolo juarense prestó sus palabras para agradecer al gobernador la bulla fue automática. Nadie quiere al gobernador, ¿para qué lo menciona?, que se ponga a cantar, gritaban. Incluso en algún momento en las pantallas salió el mandatario estatal sonriendo copa en mano imitando a Juan Gabriel. Fueron pocos segundos pero los insultos llovieron como granizada, resonando y causando gracia.
Al final, sucede una escena de película. Después de 4 horas de concierto y varias de espera, de fondo la canción “Por qué me haces llorar” Juanga se despide. La gente cansada se dedicó a decirle adiós con la mano. Así los jardines frente a la X se plantaron de miles manos diciéndole adiós, ondeándose en agradecimiento. Entonces otra vez, sube el gobernador, su esposa y el presidente municipal. Como imagen de caricatura, esas manos desaparecen al instante.
Es claro, la gente no quiere, no respeta y mucho menos le agradece al gobierno. El abismo entre “ellos” y “nosotros” es notorio y hasta peligroso. ¿Se merecían estar hasta el frente, sentados, y con meseros mientras todos atrás se aglutinaban para ver mejor la pantalla, de los cuales muchos llegaron desde horas antes? No. ¿Por qué respetar la valla entre “ellos” y “nosotros”; por las leyes, por el orden, por la paz, porque es justo? Entonces, ¿cómo traspasar esa valla; pidiendo por favor, comprando gafetes, decirle que por cien pesos el policía no se dé cuenta, a golpes?
Es peligroso, entonces, que el gobernador no conozca la realidad en que viven sus gobernados porque cuando “pase algo” no sabrá cómo ni por qué empezó y sus acciones para solucionarlo serán erróneas.
Gracias por leerme,
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JuárezDialoga ha invitado a Michell Vázquez por su compromiso con quienes viven en Ciudad Juárez. Es estudiante de Literatura de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, y trabaja como profesor de secundaria. Escribe cuento, y también realiza un videoblog en you tube titulado Wachate Fany!, dedicado a fomentar la lectura. Fue columnista del periódico Norte por 4 años. Quiere y cuida a su perro Milo.